Sunday, February 08, 2009

La homilía de Betania: ¡HAMBRE!

Por José María Maruri, SJ

1.- De cuatro sentados a la misma mesa mientras yo dejo comida porque si no me sube el colesterol o tengo que someterme a un régimen para adelgazar, el de mi derecha come la mitad que yo, y el de mi izquierda me mira con envidia porque come una cuarta parte. Y el que se siente frete a mi me mira, tal vez, con odio porque no tiene qué comer. Esta es nuestro mundo actual donde 1.000 millones de personas pasan hambre.


“Toda persona tiene derecho a un nivel de vida que asegure su salud, su bienestar y el de su familia, especialmente en cuanto a alimentación, vestido, vivienda, atención médica y a los necesarios servicios sociales” dice al artículo 25 de la Declaración Universal de los derechos del Hombre, firmada por los que en un día de guerra –Iraq, Afganistán…-- gastan en destruir y matar lo mismo que Manos Unidas recoge para construir y dar vida en un año… ¡Qué caro es matar y qué barato es ayudar a vivir!. No se sabe las victimas de las pocas semanas de guerra en Gaza, pero sabemos que en una semana mueren casi 300.000 niños de desnutrición.



2.- Ya sé que la economía es muy complicada, ya sé que la economía de libre mercado obliga muchas veces a premiar a los labradores que no siembran, a que se almacene la mantequilla y se la dé de comer a los becerros, a comprar a los agricultores el trigo y tenerlo almacenado en silos, donde después se estropea, para mantener los precios dentro de unos límites.


Lo que no sabe uno es si el Señor, que no entiende de economía, o si no sabe de derecho internacional y sí sabe mucho del derecho a la vida y la felicidad que tiene hasta el más pequeño de sus hijos… Digo, si el Señor lo entenderá.


No sé que pensará el Señor, que para hacernos olvidar las leyes económicas pasa hambre el pobre y nos tiende su mano, “porque tuve hambre y me disteis de comer”. No sé cuando al fin se decidirá a decir “tuve hambre y NO me disteis comer”, con todas las consecuencias del “apartaos de mi malditos”. Ojo, que son palabras del Señor Jesús.



3.- “Parte tu pan con el hambriento y tu luz iluminará como aurora…”. Ha habido hambre siempre, en la Edad Media era endémica y los monasterios eran la única Seguridad Social para los que ya no podían trabajar. La Iglesia, muy a pesar de lo que se dice, ha sido siempre luz como de aurora para los necesitados. Manos Unidas, Cáritas y tantas otras organizaciones instituciones atienden sin distinción de raza o ideario político a todo el que tiene necesidad. Las Hermanas de la Caridad y tantas otras instituciones de monjitas, la Madre Teresa y sus continuadoras, son verdadera luz en la tiniebla del abandono y del hambre.



4.- Pero cada uno de nosotros debemos ser, dentro de la Iglesia, luz de aurora. Todos somos ricos en comparación del que no tiene nada. “Parte tu pan con el hambriento” no nos habla del pan que nos sobra, sino del pan que iba ya camino de nuestra boca… Da parte al que lo necesita más que tú...


¿No sería posible que todos viviéramos una vida más sencilla? ¿No seríamos todos más felices teniendo menos necesidades? ¿No está la felicidad en tener menos y dar más? Porque el más feliz el que da que el que recibe.

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