Sunday, August 16, 2009

La homilía de Betania: ¿QUÉ TIENE EL PAN DE DIOS?

Por Javier Leoz


Cuántas veces, acontecimientos familiares o personales, queremos que sean iluminados por la Palabra de Dios y, sobre todo, con la Acción de Gracias que es la Eucaristía.



1. - En estos dos próximos domingos, la Iglesia, nos hace reflexionar sobre el tema eucarístico. Entre otras cosas, porque la Iglesia, sabe que bebe y se alimenta de este sacramento que, por lo que sea, algunos de nuestros hermanos o conocidos dejaron de frecuentar.



La Eucaristía, además de ser testamento del mismo Cristo, es alimento para todo creyente. Es un punto en el que convergen Dios y el hombre. Un lugar en el que, la debilidad, se transforma en fuerza invencible. Un momento, que cuando se vive apasionadamente, se entra en comunión perfecta con Dios y se cae en la cuenta de que estamos llamados a ser instrumentos de su amor en medio del mundo.



Si con la Eucaristía, ya nos resulta a algunos mantener encendida la llama de la fe, ¡cuánto más difícil sería sin ella ser fieles a la verdad o en el seguimiento a Jesús!



Hoy nos escandaliza los suicidios que, muchas personas, buscan como única salida para su vida. También, en la vida cristiana, existe la muerte espiritual: cuando dejamos de participar en la asamblea dominical; cuando, hostigados por tanto enemigo, dejamos de apetecer el pan de la vida y el vino de la salvación que es el Cuerpo y la Sangre de Cristo; cuando preferimos tener una fe individual y sin más referencia al evangelio que nuestra forma de ver las cosas, y al mismo Dios, a nuestra manera y con nuestro propio criterio.



Cada vez que comulgamos, además de llenarnos de Dios, nos sentimos llamados a ser sus heraldos. Los pregoneros de su amor y de su poder. De su gracia y de su ternura. Por el contrario, cuando no lo comulgamos, cuando nos dejamos empalagar por el manjar del mundo, corremos el riesgo de quedarnos vacíos, traídos y llevados por el zigzag de los caprichos.




2. - Pidamos al Señor que sea la vida de nuestra vida. La sangre que corra por nuestras venas. El horizonte de nuestra existencia.



--Pidamos al Señor que, su Cuerpo y su Sangre, sea alto precio que El pague por nuestras debilidades, fracasos, traiciones o deserciones.

--Pidamos al Señor que, la Eucaristía, sea una fiesta en la que nos sintamos hermanos. Ser cristiano, además de estar configurados con Cristo, es saber que el que está a nuestro lado, no es un adversario; es un hermano, un amigo, un hijo de Dios. Alguien que, siempre, puede contar conmigo. Entre otras cosas porque tenemos un mismo Padre.

--Pidamos al Señor, en este Año Sacerdotal, que nosotros los sacerdotes celebremos con la misma emoción del día de nuestra primera misa, cada Eucaristía. Que no seamos meros funcionarios. Que sepamos transmitir, celebrar y vivir todo el Misterio que rodea a este Sacramento. En definitiva, que sepamos repartir a manos llenas el Pan de la Vida que es Jesús.





3.- LA FIESTA ERES TU, SEÑOR
Cada domingo, con la Eucaristía,
nos unimos en un mismo sentir,
en una misma esperanza.
Brota la alegría de creer
la esperanza del más allá.
Nuestra fiesta, la auténtica fiesta,
eres Tú, Señor.

Cada domingo, la mesa del altar,
se agranda de tal manera
que, nadie puede quedar sin pan;
sin el pan de la fraternidad
sin el pan de tu Palabra
sin el pan de tu presencia

¿Qué tiene tu pan, Señor?
Tiene el sabor de la eternidad
El brillo del cielo
El amor de Dios
La fuerza del Espíritu

¿Qué tiene tu pan, Señor?
Tiene el gozo de la vida cristiana
Es fiesta adelantada del cielo
Es pregón de lo que un día nos espera
Sí, Señor; ¡Eres fiesta, eterna fiesta!

Aquí, en esta mesa del altar,
aperitivo, un adelanto
de lo que estamos llamados a gustar
de una forma definitiva y eterna
junto a Ti, junto a Dios, en el Espíritu
con María, la Virgen, allá en el cielo.
Eres fiesta, cada domingo Señor,
eres fiesta que pone en vilo nuestras almas.
Amén

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