Wednesday, April 21, 2010

El Nuremberg eclesial

Cuando se juzgaba a los nazis en Nuremberg la mayoría se quitaba la responsabilidad de encima alegando obediencia a sus superiores, algo parecido a lo que pasó en la Iglesia cuando todos se negaron a denunciar los delitos de los curas pedófilos. Una práctica que desarrollaron por igual, simples sacerdotes y obispos en ejercicio.


No recuerdo donde he leído que el dilema con el que se enfrenta la Iglesia, tras estos acontecimientos, se centra en el voto de obediencia que genera una fuerte tensión entre la fidelidad al evangelio y la fidelidad a la institución (o al sistema).


Esta exigencia de un silencio ciego fue la culpable de que en 1975 el actual cardenal primado irlandés, Sean Brady, escuchara el testimonio de dos monaguillos que habían sufrido abusos y les aconsejara silencio, un silencio que permitió que durante otros 18 años el culpable siguiera cometiendo sus fechorías sin que los obispos de las nuevas diócesis donde se trasladó, fueran advertidos.


Preguntado recientemente, Brady respondió que no tenía responsabilidad alguna pues era un simple mecanógrafo que tomaba notas y seguía las instrucciones de su obispo ¿Cómo, una buena persona como este cardenal, no pensó en los niños? Creo que la respuesta está en la educación eclesial a una obediencia ciega que se da a todos los niveles y que anula la propia conciencia, algo que está quedando claro que se debe revisar.


Un reciente artículo del Financial Times, firmado por Philip Stevens, ofrecía una profecía sobre la actitud que Benedicto XVI iba a tomar en el futuro. Según el periodista, el Papa consideraba que la autoridad en los países de occidente era agua pasada con lo que se iba a inclinar por las sociedades que respetaban a las personas en el poder y no las cuestionaban por los delitos pasados. En occidente cada vez hay más personas que han abandonado a la Iglesia, los seminarios están vacíos y las recomendaciones papales no son obedecidas. A la hora de escoger entre la renuncia a la autoridad del papado tradicional o su afirmación, escogerá ésta última.


Es verdad que los números del catolicismo crecen en los países asiáticos, africanos y de América del sur, lugares que no han mostrado preocupación por los escándalos recientes y que no se cuestionan los caminos que toman sus dirigentes eclesiales. El Papa tendrá que escoger la senda por la que conduce a la Iglesia, o reafirmación de la autoridad eclesial o apertura al reconocimiento de la mayoría de edad de los fieles y respeto de sus conciencias, una vía que abrió el Vaticano II y que a Benedicto XVI no le gusta pero a la que se puede ver empujado por los acontecimientos. De momento sólo Dios y el futuro conocen el desenlace.



Isabel Gómez Acebo
Cajón de ilusiones
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