La libertad nació bajo el signo de Géminis
Hace unos días, de camino al dentista, me topé con un chaval repartidor de octavillas. Se trataba de su trabajo, de modo que, como es natural, al yo alcanzar su posición, me ofreció un folleto con gesto amable. Y la cosa está en que, según yo me acercaba, la indecisión entre aceptar o no el ofrecimiento no se despejaba en mi cabeza. Una de dos. Si asumo el papelito, probablemente esté contribuyendo a consolidar el puesto laboral de una persona que lo necesita, inmigrante a todas luces y con escasas alternativas a mano. Pero ay de mí, si opto por rechazar cortésmente la propaganda, entonces mi granito de arena se podría destinar a la preservación de la biosfera, en el sentido de evitar un consumo de papel innecesario, reduciendo así la tala de un microporcentaje de árbol y finalmente favoreciendo la vida de quién sabe el ingente número de posteriores generaciones. He aquí, por tanto, la metódica duda: una misma acción puede presentar en el anverso lo local y en el reverso lo global, el presente y el futuro, el hermano y la humanidad.
Será que el mundo acostumbra a ofertarnos todos los colores excepto el blanco y el negro. Será que mirar el mundo con los ojos de Dios, como dijera González Faus hace ya dos décadas, constituye la experiencia de oración más genuina y la clave de bóveda para no errar (mucho) en nuestro quehacer. Y en cuanto a la octavilla, recordad que iba de camino al dentista. Ambas opciones parecen justificadas...
Luis Carlos
pastoralsj
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