No se puede soslayar uno de los datos más significativos que señalan los relatos pascuales de todos los evangelios: las mujeres fueron las primeras en conocer la noticia del sepulcro vacío y de la resurrección de Cristo.
Nada sucede de repente en relación con las mujeres; ellas, durante toda la vida de Jesús, fueron fieles seguidoras del profeta de Galilea, y una de ellas, Marta, confesó que creía en Él como Hijo de Dios, confesión semejante a la que hizo el Apóstol Pedro.
No hay duda de que las mujeres fueron las primeras que, muy de mañana, siendo aún de noche, salieron hacia el lugar donde habían puesto a Jesús, en un sepulcro. Con esto se demuestra la fortaleza, la valentía, el atrevimiento de ellas, frente al miedo y el temor que demostraron los discípulos, encerrados en casa, por si también los agredían los judíos.
Las mujeres manifestaron su generosidad, su sensibilidad, que no era otra cosa que su amor por Jesús, que se convirtió en anuncio misionero para los discípulos. Verdaderamente, las mujeres son un icono de hasta dónde puede mover el amor por una persona; el suyo era por Jesús.
Jesús, el Verbo hecho carne, había nacido de mujer, y nada más comenzar sus signos, allí estaba la mujer, en Caná de Galilea, y enseguida en el grupo de los que le seguían.
Fue una mujer la que levantó la voz en medio de la multitud y le gritó aquel piropo: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron”. Una mujer, en casa de Simón el fariseo, se atrevió a lavarle los pies a Jesús, a perfumárselos y secárselos con sus cabellos. Una mujer, en Betania, rompió el frasco de perfume costoso a los pies del Señor. Marta y María le sirvieron una cena familiar, como a un amigo. Las mujeres fueron las que acompañaron durante todo el tiempo al que iban a crucificar, y permanecieron junto a la cruz.
Jesús llamará a su madre “mujer”. Se sentó sobre el brocal del pozo, en Samaría, a la espera de la mujer samaritana, con quien habló y a quien pidió de beber. Liberó a una mujer de siete demonios, a la sirofenicia la curó de su enfermedad, escuchó los ruegos de la cananea, devolvió a la vida a una niña muerta, curó a la suegra de Pedro, conversó con la madre de los Zebedeos, perdonó a la mujer que le trajeron a la puerta del templo, Puso como ejemplo la búsqueda que hace la mujer de la dracma perdida, y la alegría que tiene cuando da a luz un hijo.
El Maestro se dejó acompañar en sus caminos por un grupo de mujeres.
Cuando Jesús iba camino del Calvario, se detuvo para dirigirse a las hijas de Jerusalén Se apareció resucitado a las mujeres y les confió la clave para seguir experimentado que Él estaba vivo: “Id a decir a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”.
Ecclesia
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