Leo en la prensa que los grandes almacenes británicos Primark han retirado de la venta unos biquinis para niñas con relleno en el sujetador, tras las protestas generadas por el producto. Iban dirigidos a pequeñas de 7 años. Me ha recordado este asunto la erotización y sexualización de las niñas, desde bien corta edad, que se está produciendo en el cine, la televisión, la ropa. Parecemos empeñados en hacerlas mayores mucho antes de que lo sean. Y nos extrañamos, años más tarde, de que las chicas jóvenes le den tanta importancia al sexo y tan poca a maneras de vestir que a nosotros nos parecen demasiado provocativas o frívolas.
Un reciente estreno cinematográfico, aparentemente inocuo, retrataba esa tendencia de la que hablamos. Me refiero a la película europea “Los niños de Timpelbach”. Su inicio promete: todos los adultos de un pueblo deciden marcharse por un día para dar un escarmiento a los traviesos niños de la localidad. Pero por determinadas circunstancias, su ausencia se dilata. ¿Qué ocurre entonces? Algo tan poco creible como que los niños malos organizan una especie de mafia con casino, puros y alcohol, en cuya organización las niñas, maquilladas hasta el hartazgo y escotadas, representan el papel de prostitutas, chicas ligeras de cascos o camareras facilonas. Tremendo. Incluso entre los niños buenos se produce una escena de un beso en la boca entre un niño y una niña de 6 ó 7 años. Cuando a la mayoría de los niños de esa edad les da asco sólo pensarlo. No digamos vergüenza…
¿Qué pasa entonces? Sencilla y llanamente que un puñado de adultos se entretienen jugando a las muñecas con las niñas de verdad. Probándoles vestidos y maquillajes, zapatos de tacón y abalorios, a ver qué tal resultan.
Y me dirán muchas mamás que son las mismas niñas quienes quieren saltarse algunos escalones, deseosas de crecer a toda prisa. No me extraña teniendo en cuenta los modelos que les presentamos, tipo Hannah Montana y esas otras actrices marca Disney que llevan maquillaje y sesiones de peluquería hasta en la suela de los zapatos. Pero para poner sensatez y sentido común (otra vez la misma cantinela… ) deberían estar sus padres, ¿no?
Dejemos a las niñas ser niñas todo el tiempo que se pueda. Que ya tendrán años a lo largo de su vida para calzar tacones y pintarse los labios. Y, señores productores de cine, cuando hagan pelis para niños, intenten ponerse en la mentalidad de los niños, que es bastante más original y creativa que montar una timba de póquer y vestir a lo moulin rouge.
Mª Ángeles López Romero
Papás blandiblup
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