Hoy
ETIOPÍA
Población: 86.539.000
IDH: 0,363
2ª semana: Nuestra forma de utilizar los recursos
Los lugares más duros del mundo
Un año más, al finalizar la estación de las lluvias, la familia de Arubu y otras de la etnia Kerayou, en Etiopía, se disponían a iniciar el periplo hacia las tierras verdes, donde sus rebaños de cabras pudieran pastar y beber. Como ellos, hay 200 millones de pastores en el mundo que utilizan esta estrategia para vivir en los lugares del planeta más difíciles, zonas de desierto, polvo y viento.
Partieron hacia el Este, como hicieron cinco o seis años atrás, donde siempre hubo áreas de pastoreo, pero la sequía parecía haber sido más fuerte de lo habitual. Un anciano de ojos claros, Turku, dijo que algo pasaba con el clima, que estaba cambiando.
Lamentablemente algunas cabras no soportaron la travesía y el rebaño de Arubu empezó a diezmar. A pocos kilómetros de su destino encontraron letreros que indicaban la creación de un parque natural. Estaba prohibido el paso a los pastores y su ganado.
Arubu se reunió con los cabeza de familia Kerayou para valorar la situación. Debían tomar una nueva ruta, pese al esfuerzo que representaría para ellos y su ganado. Los más viejos recordaban que más allá, rodeando el parque, había buenas zonas de pasto. Las mujeres y los niños más pequeños se quedarían en el campamento esperando el resultado del viaje. Ya era urgente encontrar comida y agua y seguían muriendo los animales más frágiles. Así hicieron, pero después de cinco días de camino unas vallas se interpusieron de nuevo. Protegían enormes extensiones de caña de azúcar, un cultivo que nunca se había dado en esa región. Arubu llegó hasta la aldea próxima para saber qué ocurría y la encontró prácticamente despoblada. Sólo encontró dos niños que jugaban a canicas con unas piedras y que le dijeron: «Nuestro papá trabaja como vigilante en la plantación. Llegaron unos señores, compraron todas las tierras y ahora sólo mi papá tiene trabajo. Los demás se marcharon a la ciudad». «¿Y qué planta es ésa?», preguntó Arubu. «Se llama caña de azúcar y hace el zumo dulce que comen los coches de los blancos».
Partieron hacia el Este, como hicieron cinco o seis años atrás, donde siempre hubo áreas de pastoreo, pero la sequía parecía haber sido más fuerte de lo habitual. Un anciano de ojos claros, Turku, dijo que algo pasaba con el clima, que estaba cambiando.
Lamentablemente algunas cabras no soportaron la travesía y el rebaño de Arubu empezó a diezmar. A pocos kilómetros de su destino encontraron letreros que indicaban la creación de un parque natural. Estaba prohibido el paso a los pastores y su ganado.
Arubu se reunió con los cabeza de familia Kerayou para valorar la situación. Debían tomar una nueva ruta, pese al esfuerzo que representaría para ellos y su ganado. Los más viejos recordaban que más allá, rodeando el parque, había buenas zonas de pasto. Las mujeres y los niños más pequeños se quedarían en el campamento esperando el resultado del viaje. Ya era urgente encontrar comida y agua y seguían muriendo los animales más frágiles. Así hicieron, pero después de cinco días de camino unas vallas se interpusieron de nuevo. Protegían enormes extensiones de caña de azúcar, un cultivo que nunca se había dado en esa región. Arubu llegó hasta la aldea próxima para saber qué ocurría y la encontró prácticamente despoblada. Sólo encontró dos niños que jugaban a canicas con unas piedras y que le dijeron: «Nuestro papá trabaja como vigilante en la plantación. Llegaron unos señores, compraron todas las tierras y ahora sólo mi papá tiene trabajo. Los demás se marcharon a la ciudad». «¿Y qué planta es ésa?», preguntó Arubu. «Se llama caña de azúcar y hace el zumo dulce que comen los coches de los blancos».
Gustavo Duch. Lo que hay que tragar. Los libros del lince 2010, p.118
Ilustración de José Manuel Eizaguirre Granados
Ilustración de José Manuel Eizaguirre Granados
Cambio climático y migraciones ambientales
Human Rights Watch denuncia que el Gobierno de Etiopía ha obligado a 70.000 indígenas de la región de Gambella a dejar sus tierras, que han sido adquiridas para destinarlas a cultivos comerciales; 70.000 personas reasentadas en lugares carentes de agua, e imposible acceso a alimentos y sanidad, forzadas a buscar otros medios de vida.
Junto con el hecho del acaparamiento de tierras, el cambio climático es otra de las crecientes causas de migraciones en el mundo. Según Naciones Unidas, en la actualidad existen más de 25 millones de “refugiados ambientales” y se estima que en 2050 se superen los 200 millones.
Jesús M. Castillo, en el libro “Migraciones ambientales” (2011), estudia las causas de este fenómeno: la desertización, la sobreexplotación de las aguas de riego o de bancos pesqueros, la deforestación, la subida del nivel del mar o los fenómenos meteorológicos extremos fruto del cambio climático o el procesamiento y depósito de residuos tóxicos son solo algunas causas de destrucción ambiental; todas ellas asociadas a la hegemonía del modelo capitalista de explotación de recursos.
Junto con el hecho del acaparamiento de tierras, el cambio climático es otra de las crecientes causas de migraciones en el mundo. Según Naciones Unidas, en la actualidad existen más de 25 millones de “refugiados ambientales” y se estima que en 2050 se superen los 200 millones.
Jesús M. Castillo, en el libro “Migraciones ambientales” (2011), estudia las causas de este fenómeno: la desertización, la sobreexplotación de las aguas de riego o de bancos pesqueros, la deforestación, la subida del nivel del mar o los fenómenos meteorológicos extremos fruto del cambio climático o el procesamiento y depósito de residuos tóxicos son solo algunas causas de destrucción ambiental; todas ellas asociadas a la hegemonía del modelo capitalista de explotación de recursos.
¿Qué podemos hacer (o dejar de hacer)?
Hacernos preguntas, informarnos, sensibilizarnos…
• Ser conscientes de que nuestro consumo energético está contribuyendo al cambio climático. Por tanto, ¡ahorrar energía!
• Procurar que la electricidad que consumimos proceda de fuentes renovables. ¡Ya hay proveedores!
• Adoptar una postura crítica ante los biocombustibles.
Y todo esto en plan positivo, mostrando no solo que se puede vivir así sino que se puede ser feliz viviendo así.
¡A ti te invoco, Señor! Pues el fuego devora las dehesas y la llama consume todos los árboles del campo.
Hasta las fieras te rugen pues se han secado las corrientes de agua y el fuego devora las dehesas. (Jl 1, 19-20)
Hasta las fieras te rugen pues se han secado las corrientes de agua y el fuego devora las dehesas. (Jl 1, 19-20)
¡A ti te invocamos, Señor, en nombre de todos los que sufren las consecuencias del cambio climático!
Para profundizar:
Libro Migraciones Ambientales. Huyendo de la crisis ecológica en el siglo XXI. Jesús M. Castillo. Virus Editorial. 108 páginas. 2011. (Se puede descargar en Internet bajo licencia Creative Commons)
Conflictos y Medio Ambiente. Greenpeace España
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