La grafóloga milanesa Evi Crotti ha analizado las catacterísticas del Papa según su escritura
ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
«Un pensamiento refinado, introspectivo y ético, un físico que no siempre ha respondido adecuadamente. Una gran voluntad de paz y de inmersión espiritual...». Son las conclusiones sobre la personalidad de Joseph Ratzinger a las que llegó Evi Crotti, grafóloga milanesa, autora de muchos ensayos sobre el argumento.
«Empecé con el análisis de un manuscrito de 1952, cuando el futuro Papa tenía 25 años», indicó a Vatican Insider la estudiosa.
(1952 – 25 años)
«Ratzinger había sido ordenado sacerdote un año antes. La escritura demostraba una cierta congestión, indicador de una predisposición a problemas cardio-vasculares, debidos a factores genéticos pero reforzados por una emotividad que lo apremiaba a profundizar cada cosa, para llegar a la “médula” tratando de evitar cualquier error y ofrecer al mundo una verdad mucho más cercana al Evangelio». Esta característica, afirma la grafóloga, lo acompañará durante toda su vida y provocará «una constante tensión interior».
(1996 – 69 años)
«En 1996, a la edad de 69 años, el cardenal Ratzinger presenta en la escritura y en la firma algo relacionado sin ninguna duda con el físico, debido a la tensión emotiva, mientras que el pensamiento permanece alerta y penetrante hasta la exasperación para evitar el error humano».
2003 – 76 años)
Evi Crotti también analiza un escrito de 2003: Ratzinger tenía 76 años y pidió el permiso a Juan Pablo II para retirarse. «Se puede notar que la escritura se vuelve cada vez más pequeña y presenta un trazo más espeso y congestionado que la hace casi ilegible. Esto es expresión de sufrimiento a nivel cardiocirculatorio, que repercute en todo el físico, provocando vulnerabilidad y fatigas».
«La mente –continúa la estudiosa– sigue lucidísima, aunque necesita descanso, soledad y la posibilidad de interiorización, que lo llevan a rehuir, en contra de su voluntad, compromisos demasiado pesados».
2005 –78 años)
«Elegido Papa el 19 de abril de 2005, Ratzinger demuestra en su firma una cierta desenvoltura mayor que le permitió ocuparse de los compromisos pesadísimos que el Pontificado le exige».
«Impulsado por su pensamiento refinado, introspectivo y ético –concluye la estudiosa–, Ratzinger siempre se ha sentido capaz de ofrecer mucho en esta vertiente, mientras que el físico no siempre ha respondido de forma adecuada. He aquí que, con la disminución de las fuerzas cada vez más evidente, llega la decisión de apartarse y de vivir en silencio, una decisión que Benedicto XVI traduce en voluntad de paz y de inmersión espiritual. El silencio le permite reflexionar y continuar a estar presente en el mundo, incluso rehuyéndolo. Se trata, en el fondo, de una respuesta a su timidez natural».
Evi Crotti observa: «Provocó mucha impresión el momento en el que dijo: “no mi Yo, sino Dios…”. En estas palabras está todo el programa de su indivudualidad y al mismo tiempo la alteridad con el mundo que se le ha confiado». Surge, pues, su humildad, la constante llamada a la conversión. Una clave que permite leer todo su Pontificado.
«Su renuncia fue un paso difícil, que marcó un momento de despojo de sí para continuar el proceso de interiorización, que comenzó desde que era joven. Desde siempre, el estado emotivo lo indujo a asumir estilos religiosos y morales rigurosos, como expresión de vida, por lo que no es una persona que puede afrontar demasiado tiempo el estress relacionado con temas demasiado difíciles. No porque no tenga la fuerza interior, sino porque ha empeñado toda su energía psicofísica y ahora se siente frágil».
«No es un indicio de rendición –concluye Evi Crotti–, sino de consiencia y de conocimiento de sí mismo. No es una fuga, sino un verdadero don para su Iglesia, a la que quiere seguir sirviendo, aunque de forma diferente».
Vatican insider
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