1.- La fe de Abraham, modelo de confianza en Dios. El texto pone de relieve que no es que Dios lleve contabilidad de las obras buenas de los hombres y que Abrahán acreciente su haber con otra obra buena. Según comenta Pablo, Abrahán fue tenido por justo sólo por la fe en la promesa o por su confianza en Dios y no porque hiciera alguna obra buena según la ley. La alianza tiene aquí un carácter de promesa. En realidad, es Dios el único que empeña su palabra y se compromete con Abrahán y su descendencia. Por eso el patriarca está dormido en el momento culminante, y ve en sueños cómo Yahvé, simbolizado por la humareda y la antorcha, pasa por medio de los animales descuartizados. Los buitres que espanta Abrahán son sus enemigos y los de su descendencia.
2.- Tabor y Calvario. La transfiguración, que el evangelista sitúa como un alto en el camino que sube a Jerusalén, no es otra cosa que una anticipación momentánea de la última meta y como un aliento para seguir caminando. Los tres discípulos que serían testigos del abatimiento de Jesús en Getsemaní, fueron elegidos antes para ver su gloria en el Tabor. La blancura de los vestidos de Jesús y el nuevo aspecto de su rostro no son más que la manifestación de la dignidad y la gloria que le correspondía como Hijo de Dios. Moisés y Elías, representando a la Ley y los Profetas -todo el Antiguo Testamento-, conversan con Jesús de lo que aún ha de cumplirse en Jerusalén. Toda la historia de la salvación culmina en Jesucristo, pero el momento de esta culminación es la hora de su exaltación en la cruz. El Tabor no se explica sin el Calvario. Jesús les manda que callen lo que han visto hasta que todo se cumpla y el Hijo del Hombre resucite de entre los muertos. A pesar de que sólo hace seis días desde que Jesús les había anunciado su pasión y muerte en Jerusalén y había reprendido precisamente a Pedro porque intentó torcer su camino, éste sigue sin entender nada. Piensa que ha llegado la hora de disfrutar el triunfo. Pedro se mueve ni más ni menos en la misma línea en que se movía el tentador del domingo pasado. El domingo pasado hablábamos de tentaciones de Jesús. Hoy hay que hablar de tentaciones de Pedro. Sigue habiendo muchos Pedros que desean un Dios vengador y triunfador. Pedro concibe a Jesús en términos del omnipotente que puede y debe imponer su mano. Pedro no entra por Jerusalén, por el camino de la Cruz
3.- Invitación a escuchar a Jesús. La "nube", o la "columna luminosa", es en la Biblia el símbolo de la presencia de Dios. Aquí aparece como respuesta a la proposición de Pedro. De la nube sale la voz de Dios. El signo de la nube es interpretado por la palabra. Y la palabra confirma a Jesús como enviado de Dios, como Hijo que ha venido a cumplir su voluntad. A él deben atenerse Pedro y sus compañeros. Lo fascinante y lo tremendo de la presencia de Dios, de la teofanía, se advierte en las palabras de Pedro y en el temor de los tres discípulos al ser introducidos dentro de la nube. La voz de Dios, al final del relato, tiene de todo menos de omnipotente y poderosa. No es una orden; es una invitación: “Escuchadle”. Nosotros también somos invitados a escuchar la Palabra de Jesús y a ponerla en práctica. Debemos bajar al llano y demostrar la transformación que la oración, el contacto con Dios, obra en nuestra vida.
Betania
No comments:
Post a Comment