SEÑOR, A QUIÉN IREMOS
CRISTÓBAL FONES
Señor, ¿A quién iremos,
si Tú eres nuestra vida?
Señor, ¿A quién iremos
si Tú eres nuestro amor,
Si Tú eres nuestro amor?
Quién como Tú conoce
lo insondable de nuestro corazón?
A quién como a Ti le pesan
nuestros dolores, nuestros errores?
Quién podría amar como Tú
nuestra carne débil,
nuestro barro frágil?
Quién como Tú confía
en la mecha que humea
en nuestro interior?
Quién como Tú sostiene
nuestra esperanza malherida
y nuestros anhelos insaciables?
Quién como Tú espera
nuestro sí de amor?
Señor, a quién iremos
"Entonces Jesús preguntó a los Doce: -¿Acaso también ustedes quieren irse? Simón Pedro le respondió: -Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios" (Jn 6, 67-69).
Es bueno preguntarnos de cuándo en cuándo por dónde andan nuestras búsquedas, a dónde vamos... Y es que el rumbo no pareciera estar tan claro en nuestros días. Nos llenamos de actividades, se nos va la vida en compromisos urgentes y pareciera que lo verdaderamente importante lo vamos postergando para otro momento.
Si no aprendemos a confiar en el Señor, en su amor gratuito y fiel, podemos consumirnos tratando de compensar nuestro vacío... Así gastamos nuestra energía en mantener una imagen exitosa delante de los demás o perdemos la alegría en un intento agotador por ganarnos el afecto de quienes nos rodean.
Pero ¿quién como el Señor conoce lo que llevamos dentro?, ¿hasta qué punto nos dejamos sostener por él? No es lo que hacemos lo que nos salva, sino que es Jesús -nuestro Salvador- el que nos mueve a una vida auténticamente entregada.
El texto de este canto puede ser un respiro. Dejemos que el dador de la vida sea nuestro descanso y quien da sentido a todo lo que hacemos. Que él nos muestre la realidad, la nuestra y la de todos.
Es bueno preguntarnos de cuándo en cuándo por dónde andan nuestras búsquedas, a dónde vamos... Y es que el rumbo no pareciera estar tan claro en nuestros días. Nos llenamos de actividades, se nos va la vida en compromisos urgentes y pareciera que lo verdaderamente importante lo vamos postergando para otro momento.
Si no aprendemos a confiar en el Señor, en su amor gratuito y fiel, podemos consumirnos tratando de compensar nuestro vacío... Así gastamos nuestra energía en mantener una imagen exitosa delante de los demás o perdemos la alegría en un intento agotador por ganarnos el afecto de quienes nos rodean.
Pero ¿quién como el Señor conoce lo que llevamos dentro?, ¿hasta qué punto nos dejamos sostener por él? No es lo que hacemos lo que nos salva, sino que es Jesús -nuestro Salvador- el que nos mueve a una vida auténticamente entregada.
El texto de este canto puede ser un respiro. Dejemos que el dador de la vida sea nuestro descanso y quien da sentido a todo lo que hacemos. Que él nos muestre la realidad, la nuestra y la de todos.
Cantando nuestra esperanza
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