Queridos hermanos:
La parábola de este domingo es particularmente interesante ya que, a primera vista, tiene un cierto aire de injusticia al menos si la medimos con el criterio social moderno. Dios es comparado a un propietario que va contratando a diversos grupos de obreros para su viña, conviniendo con ellos en un denario por jornada, aun en el caso de aquellos que, por ser contratados a la tarde, trabajarían solamente algunas horas. Como es natural, los que fueron contratados primero protestaron. También hoy ninguno de nosotros toleraría que un compañero de trabajo que solamente trabajara dos horas por día cobrara lo mismo que quien trabaja ocho horas. Sin embargo, Jesús aprueba la postura del propietario ya que la parábola únicamente quiere poner de relieve la absoluta libertad del dueño que quiso ser generoso sin pecar de injusto.
Hoy sigue existiendo la explotación en el campo laboral y en muchos casos, si no hemos vuelto a la plaza (recordar a los que recogen aceituna, fresas, uvas…), el amo sigue decidiendo quien va a trabajar para él y cuánto va a cobrar. La explotación reviste también otras formas, se disfraza con otro ropaje: “La situación de paro, la precarización del empleo, la economía sumergida, los contratos basura y los bajos salarios, que siembran en los trabajadores y sus familias una permanente inseguridad, los horarios flexibles en función de la productividad, que produce un grave atentado contra el estado físico y psíquico del trabajador, la movilidad geográfica, que rompe relaciones familiares, culturales y sociales, la siniestralidad laboral, la pérdida de la cultura y conciencia obrera…” (de la POTI “Pastoral Obrera de toda la Iglesia, Conferencia Episcopal Española). Qué más quisiéramos que ver dueños generosos que dieran a los últimos el mismo salario que a los primeros, o que más allá de su mentalidad capitalista, el valor de las personas que proclama la Doctrina Social de la Iglesia, fuera su referente.
Con todo, la parábola no habla de la justicia distributiva tal como nosotros la entendemos (dar a cada uno lo suyo), nos habla de otra justicia, del amor y la generosidad gratuita. Como dice Isaías en la primera lectura: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos”. Jesús está hablando del Reino de Dios, y es cierto que ese proyecto altera nuestros esquemas y nuestros planes. Hoy, como ayer, seguimos sin entender que Dios es amor, que en Jesús ha mostrado su predilección por los últimos. ¡Qué alegría haber conocido a Dios desde primera hora y tener la suerte de trabajar en su viña desde primera hora! Y sin embargo cuando vemos que Dios es bueno, y que busca y llama a todos hasta las últimas horas del día, sentimos envidia y nos quejamos, mostrando así que no hemos entendido nada.
La parábola crítica ásperamente, la actitud de quienes establecen sus relaciones con Dios como si fuese un contrato por el cual tenemos derecho a exigirle a Dios tal o cual paga, eso lo podemos explicar otro día. Hoy conviene aplicar esta parábola a nuestros análisis de la justicia social. Ver nuestro sentido de la justicia en función del bien común, cuando no buscas tus intereses, sino los de los inferiores, y revisar ese otro sentimiento de crispación y envidia, en que las razones están vinculadas directamente a tener más o mayor prestigio. Sigamos mirando el corazón de Dios, a ver qué pasa.
Julio Cesar Rioja cmf
Ciudad Redonda
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