II Viernes de Adviento
(Is 48, 17-19; Sal 1; Mt 11, 16-19)
El mejor maestro
Este tiempo es heredero de una generación un tanto autodidacta. A quienes pertenecemos a la llamada “generación del 68”, se nos acusa de no haber sabido transmitir la enseñanza, porque hemos crecido bastante independientes.
Hoy padecemos la falta de padres y de maestros, y se ha llegado a afirmar que los más jóvenes viven una orfandad dramática, no solo por la problemática familiar, sino porque carece de referencias entrañables.
El individualismo subjetivo, la autorreferencialidad, a la que tanto alude el papa Francisco, es una dolencia grave a la hora de querer vivir de manera plena, con la mayor paz posible y creciendo tanto espiritual como humanamente.
Frente a esa realidad sociológica y afectiva, la Palabra del Señor nos ofrece hoy una referencia entrañable, compañera de quien se nos presenta como maestro de vida: “Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien”.
La respuesta adecuada nos la adelanta el salmista, y además anticipa el efecto de seguir la enseñanza divina: “Dichoso el hombre que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche”. Y es dichoso porque experimenta en su interior alegría, paz, crecimiento interior, y además se convierte en un ejemplo para muchos, por su madurez, sabiduría, sensatez, solidaridad, criterio…
Seguir lo que Dios nos ha revelado como bueno no es una ley insoportable, que nos priva de nuestro crecimiento personal; por el contrario, nos revela la sabiduría más existencial, por la que podremos alcanzar el mayor grado de perfección humana y hasta profesional.
Quien sigue el querer de Dios, revelado en su ley, en su Palabra, acierta a tomar el mejor camino posible en esta vida. El Evangelio acredita el sendero: “Los hechos dan razón a la sabiduría de Dios”
Quien sigue la voluntad divina es como un árbol plantado junto a la corriente que no teme el estío, siempre se conserva frondoso y con frutos; es como aquel que edifica su casa sobre roca, que no teme las inundaciones; es como aquel que prevé el equipamiento necesario para construir la casa. La sensatez, la justicia, la bondad, la prodigalidad son cualidades de quienes escuchan la Palabra de Dios y la cumplen.
Ángel Moreno
Ciudad Redonda
Ciudad Redonda
No comments:
Post a Comment