“Viendo su fe le dijo: hombre tus pecados te son perdonados” (Lc 5,20)
Los Jacarandá, con sus flores lila, nos recuerdan que el color del adviento es el color del que camina hacia el encuentro con Dios y para ello, el peregrino, también requiere ser perdonado. El tono del adviento es la esperanza y por lo mismo la alegría, pero eso no quita que sea a la vez un tiempo de preparación y purificación. Toda preparación implica desprenderse de lo que obstaculiza el paso de Dios, ser liberado de todo lo que divide, de todo lo que en nosotros dificulta la comunión. Nuestro corazón se endurece una y otra vez. El mal está en el mundo, el Reino de Dios sufre violencia. Las personas sufren violencia en la calle y en sus casas. A través de los bocinazos y los gritos, a través del autoritarismo y las humillaciones, a través del abuso y la manipulación, a través de la desconfianza y la indiferencia, a veces ejercidas por los más cercanos, por quienes deberían ser más cálidos y acogedores. Las personas son arrinconadas y transformadas en máquinas de producción o de consumo. No es sólo un problema del sistema, es un problema de nosotros, de nuestras prioridades y de aquello a lo que destinamos nuestras energías y nuestros tiempos. ¿Cómo humanizar la vida sin reconocer lo que la deshumaniza? Debemos estar atentos a nuestro propio corazón que se entristece por aquello que nos aleja de la vocación que hemos recibido. La vocación a vivir plenamente unidos en el amor de Dios.
¿Le pido con fe al Señor que perdone mis pecados y me ayude así a preparar mi corazón para recibirlo de verdad?
¿Le pido con fe al Señor que nos perdone como Iglesia y como sociedad por todos nuestros pecados colectivos que dañan al ser humano, en especial a los más pobres y pequeños y que nos alejan del sueño de Dios para la humanidad?
¿Le pido con fe al Señor que me ayude a perdonar? y ¿a dejarme perdonar por otros?
Matías Valenzuela ss.cc.
Adviento con los ss.cc. 2015
SS.CC. Chile
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