Pantallas gigantes publicitarias, árboles con frutos luminosos, calles vestidas de largo, escaparates decorados de fiesta, abrigos que van y vienen, bolsas que caminan con ritmo, se respira fiesta, todo huele a Navidad. Moda, belleza, música, me envuelve mientras voy bajando la calle Mayor. Solo hay algo que logra fijar mi atención, es una mujer que empuja lentamente un carro y por compra lleva mantas, cartones, y múltiples enseres viejos. Nadie la mira, no sale en la foto, se quedó fuera de la perfecta estampa invernal. ¿Quién será, qué historia tendrá, cómo mirará al mundo que a ella no ve? Son preguntas que rápidamente aparecen en mi mente y que quizá nunca podré contestar. La imagen de esta señora no es diferente a otras de mi día a día, sin embargo, en este tiempo de luces su sombra me acalla.
La belleza de esa mujer nunca la recogerá una cámara, y esto me hace pensar en cómo Dios opta por quedarse fuera de los flases. Dios con su venida al mundo, marcó un camino de esperanza para los descartados de cualquier sociedad. El Adviento es tiempo de espera, tiempo para recordar que nadie queda fuera de la foto, que todos estamos invitados a salir de las sombras que nos rodean. El carro de nuestra protagonista, con su vida a cuestas, es uno de los muchos que hay en el gran centro comercial de nuestro mundo; podemos poner la atención en los carros navideños pero nuestra esperanza es saber que Dios pone su mirada en nosotros, y nos invita a levantar la mirada para ver los rostros de quienes empujan su vida en la sombra.
Íñigo Merello sj.
pastoralsj
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