Sunday, December 24, 2017

Yo también amodio por Álvaro Lobo sj



Puede que sea uno de los mejores anuncios del año. Y no porque sus productos sean los más refinados y selectos, tampoco por su espectacularidad ni porque te arranque una lágrima o recurra a la nostalgia navideña. Creo que la clave del anuncio de Campofrío no es otra que haber puesto nombre a un fenómeno tan auténtico en nuestro país como la paella o el jamón: el amodio. Una epidemia que nos lleva a estar siempre divididos entre izquierdas o derechas, religiosos o ateos, norte o sur, Madrid o Barça -o Atleti-, ciudad o pueblo, playa o montaña, centro o periferia, monarquía o república... y así desde lo más trascendental a lo más estúpido de nuestro panorama vital.
A poco que nos miremos nos damos cuenta que es un mal bastante común. No es algo que pase solo a los pobres pacientes del anuncio. Sin quererlo, todos estamos inoculados por este curioso virus. Esas conversaciones en las que maldices a un jugador y después celebras su gol como loco, o dices que odias una canción y a las dos horas estás bailando el dichoso tema como un si no hubiese un mañana. Qué decir de nuestra carrera, de nuestro trabajo o nuestra ciudad. Y quién no siente amodio por algún miembro de su grupo de amigos o de su familia -e incluso por su pareja-. Por qué no reconocer que muchas veces amodiamos nuestra propia vida y hasta nuestra pertenencia a la iglesia o nuestra relación con Dios, porque somos capaces de ver lo positivo, pero en ocasiones los problemas nos ciegan y nos traen por la calle de la amargura.
El amodio tiene algo bueno y es que se da en la gente que tiene pasión por vivir, de lo contrario ser sano sería un poco inhumano y aburrido. No tiene cura, pero quizás se puede volver crónico aceptando que nuestra incoherencia no es impedimento para llevar una vida normal. Al fin y al cabo, mal de muchos consuelo de tontos. Pero para no acabar vencidos por este trastorno debemos tener la templanza para saber que el imposible equilibrio entre el amor y el odio no puede tener la última palabra de nuestra vida. Que en esto del amor y el odio la virtud no está en el término medio, sino en que en la balanza vaya pesando más el amor que el  odio. Y sobre todo, reconocer que en medio del vaivén de sentimientos hay una verdad que nos sostiene y que nos permite avanzar más allá de nuestra propia locura personal. En cualquier caso no es un problema de vista que nos ciega al mirar la realidad, es más bien una enfermedad del corazón que nos impide quedarnos con el lado bueno de las cosas.
Álvaro Lobo sj
pastoralsj

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