En un mundo secularizado como el europeo nos encontramos con la paradoja de que son los emigrantes musulmanes los que buscan lugares en los que rezar a su Dios, el mismo que el nuestro bajo distinta denominación. Los barrios de las ciudades en los que quieren colocar sus mezquitas se muestran en general reacios a aceptarlos con diversos pretextos. El más utilizado incide en que los locales son pequeños e incapaces de albergar a todos los orantes lo que produce una aglomeración musulmana en las calles que no redunda en beneficio de nadie.
La discusión ha alcanzado límites insospechados en Génova cuando su alcaldesa ha decidido autorizar que una parte del palacio Commenda di Pré sirva como lugar de oración musulmana. Este edificio se edificó en su día como hospital para acoger a los cruzados que volvían heridos de Tierra Santa y donde se retiraban a rezar antes de emprender la expedición, un uso antiguo que ha contribuido a abrir más la herida. La alternativa era construir una mezquita en unos terrenos sobre el puerto que algunos genoveses rechazaban porque el minarete cambiaba la fisonomía de una ciudad cristiana.
Políticos de la Liga Norte secundados por los caballeros de la Orden de Malta y algunas asociaciones de ciudadanos han puesto el grito en el cielo organizando manifestaciones en contra. El Vaticano no ha dado señales de vida y la alcaldesa se muestra firme en su decisión pues considera que es una manera de fomentar la convivencia.
Son decisiones difíciles, máxime cuando en muchos pueblos de mayoría musulmana no se autoriza la apertura de iglesias cristianas ni su culto público pero creo que a nosotros nos corresponde dar el primer paso ya que nuestro credo nos pide que en las reyertas pongamos la otra mejilla y en este caso… ni siquiera hay reyerta.
Isabel Gómez Acebo
del blog "Cajón de ilusiones"
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