Sunday, August 24, 2008

La homilìa de Betania: JESÚS ESPERA NUESTRA RESPUESTA

Por José María Martín OSA


1.- El amigo que nunca falla. La lectura del Evangelio se centra en la figura de San Pedro, el portavoz de los apóstoles. Mateo presenta la famosa “confesión de San Pedro” y la respuesta de Jesús a tal confesión de fe. El suceso se sitúa en Cesarea de Filipo, región pagana en el antiguo territorio de Palestina, como una previsión de que la misión de Pedro y los apóstoles no se quedará limitada a su propio país. Deben estar dispuestos a alcanzar las regiones paganas y seguir al Maestro donde quiera llevarles. El es el amigo con el compartieron muchos momentos.

Una verdadera amistad se cifra en la confianza ilimitada. El amigo de verdad es el que está junto a ti cuando más lo necesitas. Jesús quiere saber hasta qué punto sus discípulos están dispuestos a seguirle. EL Papa Benedicto XVI ha subrayado en Sydney que Jesús es el amigo que nunca falla. Pero El quiere también saber si sus seguidores están dispuestos a hacer lo mismo por El.



2.- La pregunta de Jesús va dirigida también a nosotros. ¿Quién dice la gente que soy yo?” Jesús comienza con una pregunta impersonal. ¿Qué impresión tienen los otros de mí? ¿Cómo me ven? A esto responden los discípulos: “Unos dicen que Juan el Bautista, otros que Elías, Jeremías o uno de los profetas.” Lo evidente es que la gente percibe a Jesús como un hombre santo, en línea con los profetas. En este momento crítico de la historia de la salvación judía, le ven como portavoz de Dios. “Y vosotros ¿Quién decís que soy yo?” Jesús no deja a los apóstoles sólo en un nivel superficial. Quiere una relación más personal: decidme “¿quién pensáis vosotros que soy yo?” Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo.” Así respondió Pedro a aquel examen, hablando por sí mismo y por los demás apóstoles. Es una profesión de fe de más alcance que la expresada por la gente. Jesús no es un mero profeta; es mucho más. Es el Mesías largamente esperado, el Ungido de Dios, realmente el Hijo mismo de Dios. Conociéndole y permaneciendo con él, Pedro y los apóstoles poseen la auténtica presencia de Dios, aquella “luz atractiva” imposible de despreciar y de renunciar. Esta misma pregunta nos la hace Jesús a cada uno de nosotros: ¿Y tú, quién dices que soy yo? En otras palabras te está preguntando ¿para ti, quién soy yo? Debes pensar antes de responder, no se trata de contestar con palabras bonitas aprendidas del catecismo, se trata de responder con la vida. ¿En tu comportamiento en el trabajo, en casa, en la vida pública, tienes presente lo que Jesús espera de ti?



3.- Somos testigos de Jesucristo. Es más fácil cumplir unos preceptos, que en el fondo no alteran nuestra vida, que “mojarse” de verdad y dejar que el Evangelio empape nuestra vida y cuestione incluso nuestras seguridades. Es más fácil responder de memoria, como un loro, que Jesucristo es el Hijo de Dios, que plantearse en serio nuestra fe cristiana. Raramente somos capaces de renunciar a nuestro dinero o a nuestro tiempo para compartirlo con los necesitados. Nos hemos fabricado una religión a nuestra manera, por miedo a comprometernos de verdad. Muchas personas se escandalizan y se alejan de Dios al contemplarnos. ¿Seremos capaces de ser de verdad testigos -mártires- de Jesucristo, como lo fue Pedro?



4.- Un nuevo nombre, una nueva misión. Pedro, la piedra sobre la que Jesucristo edifica su Iglesia, selló con su sangre la fidelidad al Maestro. “Y yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia…” En reconocimiento de la respuesta de Simón Pedro, le da Jesús un nombre nuevo. Darle un nombre nuevo significa una nueva vocación y misión de Pedro. Participa ahora de la misión misma de Cristo, es decir Pedro se convierte en trabajador-compañero de Jesús para la reconstrucción del nuevo Israel, la nueva casa y familia de Dios. Jesucristo es realmente la piedra angular de este nuevo “edificio”. Comenzando desde Pedro, todos los apóstoles y sus seguidores están destinados a participar en esta vocación y misión de Cristo, su Maestro, reconocido por ellos como el Hijo de Dios vivo. La legitimidad de su función nace de este mandato dado a Pedro por Jesús. De aquí surge también la seguridad de que, mientras permanezcan fieles a este mandato, ningún poder, ni terreno ni sobrehumano, prevalecerá sobre ellos. Pedro y los apóstoles cuestionan nuestra vida mediocre y nos replantean nuestro seguimiento de Jesucristo. Ahora nadie va atentar contra nuestra vida, no seamos cobardes a la hora de demostrar nuestro amor a Jesús.

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