De vacaciones, de pronto el infierno. En medio del trajín veraniego de un aeropuerto. Maletas con bañadores. Que lo pases bien. Diviértete. No te quemes en la playa. Sueños de libertad, de reencuentros, de perderse y olividarse.
Y apenas despegar el horror de una muerte no anunciada y una calcinación de todo: el bikini, las billeteras con los euros, la cámara fotográfica ,el pasaje de vuelta, la vida…
¿No hemos conseguido un mundo de seguridades controlado por la teconología? ¿Qué es el ser humano tan inteligente para hacer volar un aparato con 172 personas a bordo y para, a veces, no poder contorlar su futuro?
De pronto, en mitad de las vacaciones, el misterio.¿Explicación? No hay.
Somos un proyecto que no dominamos, un verso sin concluir, un vector proyectado hacia un infinito que ignoramos.
Ambulancias, sirenas, montonos de cadáveres como carbón.
Me resisito a creer sin embargo que ese sueño de vacación, de paseos frente al mar, de abrazo truncado no se pueda realizar en algún sitio. Es como si alguien introdujera la meditación el barullo de ires y venires, planes y deseos. Y dijera: hay una dimensión que tu no dominas, otra vacación, otro sol y otro mar.
¿Incomprensible? ¿Trágico? Así es desde que el mundo es mundo. De pronto descubres la inconsistencia, la apariencia de esta película. Detrás alguien debe recibir esa energía, esa luz que vuelve a la luz.
Pedro Miguel Lamet sj
Del blog "El alegre cansancio"
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