Sunday, August 24, 2008

Un exorcista con mucho trabajo


José Donsión, párroco del santuario de Nosa Señora do Corpiño
«No le tengo miedo al diablo. Siempre le vencí. Ante Dios, siempre está condenado a perder». José Donsión, párroco del santuario de Nosa Señora do Corpiño (Lalín), pasa por ser uno de los exorcistas más reputados de Galicia. Sus 38 años de lucha contra Satanás avalan al sacerdote que cura el meigallo (embrujamiento). Pero también libera de la gota, del mal de ojo y de todo tipo de posesiones diabólicas o de dominaciones de espíritus difuntos.

Su santuario está siempre lleno. Allí acuden en masa los fieles. Los que creen estar endemoniados y los que acuden por fe. Unos 20.000 los días de la fiesta grande (23 y 24 de junio). Y cientos a diario, especialmente los domingos. «Llegan como almas en pena», dice el cura, que no quiere ni fotos ni grabaciones. «Estoy escarmentado de los periodistas», asegura con la típica sorna gallega.
«Cristo dijo: 'Echaréis demonios en mi nombre'. Yo sólo sigo sus mandatos». Con más prudencia que antes («los periodistas sois el diablo»), el padre Donsión sigue ejerciendo su oficio de liberar a los poseídos. Muchos de los que llegan, sin embargo, no tienen al diablo dentro. «Posesiones diabólicas sólo se da una entre cada 1.000 personas».
Su lucha más habitual es contra otro tipo de espíritus: los de los difuntos que se instalan en los cuerpos de personas vivas. «Vienen muchas personas dominadas por espíritus de difuntos que quedan vagando, porque no quieren irse a las tinieblas y se agarran a la luz». Donsión los distingue de lejos: «Huelen a muerto y tienen la mirada cansada».
Fácil descubrirlos, pero muy difícil curarlos. Porque, como dice el cura, «los demonios escapan del agua bendita y de la cruz, pero los espíritus que se meten en los cuerpos no tienen miedo ni a Dios ni a los santos y son más difíciles de echar». Cuentan en O Corpiño que Donsión lleva más de cinco años intentando echar del cuerpo de una mujer al espíritu de un hombre que fue degollado y enterrado bajo las raíces de un pino y al lado de un río. Y todavía no lo ha conseguido.
A pesar de llevar toda una vida entre espíritus de difuntos y diablos, José Donsión no pierde su calma de cura de pueblo amable y dicharachero. Y entre exorcismo y exorcismo, tiene tiempo para tocar las gaitas que él mismo fabrica. Hasta ha compuesto una alborada para su virgen milagreira. Milagros con ritual que los fieles realizan con profunda devoción en su santuario.
Muchos se confiesan y descargan su conciencia. Tras avanzar hacia el templo, descalzos o de rodillas, se acercan a oír misa, comulgar y son bendecidos. El cura les impone los Evangelios y les pasa por la cabeza un relicario que conserva un trozo del manto de la Virgen. Concluida la misa, los fieles tienen que pasar tres veces de rodillas (salud, dinero y amor) por debajo de la talla de la Virgen, que se encuentra en la sacristía. O las veces que quieran. Pero siempre en número impar. Las rondas pares, como sabe todo el mundo en O Corpiño, se anulan y gafan el milagro.

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