Friday, December 19, 2008

Adviento: El Tiempo Del Refugiado



Por Iván Mirón



¡Qué paradoja es pensar el Adviento en un campo de refugiados! Este tiempo –que es tiempo de espera, de prepararse para algo especial, de preparar la llegada del Niño- cobra en un campo de refugiados un significado muy peculiar.



Allí dónde la espera es la actividad cotidiana… Esperar a que llegue el reparto de comida, esperar a que atiendan en el dispensario, esperar a que llegue un nuevo día, esperar a que no pase nada, esperar a que les dejen volver a su país, esperar a que no les echen del país que les “acoge”, esperar a que pase algo distinto cada día… esperar…



En nuestro primer mundo pasamos la vida corriendo, y cuando tenemos que esperar, aunque sea bien poco, nos desesperamos (una cola, los anuncios de la TV, una gasolinera, un semáforo…). En esa otra parte del mundo no hay prisas, nada pasa rápido, no hay a dónde ir…Y sin embargo Dios se hace presente en todas partes.



Donde el tiempo pasa fugaz y donde pasa casi mortecino…



Mi pequeña experiencia me enseñó, entre otras muchas cosas, cómo es cierto que Dios se hace más fuerte en aquellos lugares que a priori parecerían más dejados de la mano de ese mismo Dios. En medio del tedio, de la necesidad, de la indignidad, de la vergüenza personal y colectiva …se revela, se aparece. Un Dios que infunde alegrías, esperanzas e ilusiones de donde parecería no haber motivo para que renaciesen.De la misma manera que la llegada de Jesús –en medio de un mundo que se desangra- es motivo de celebración y fiesta, el Dios de los Refugiados irrumpe con fuerza cada amanecer.



De manera sorpresiva –e incluso contranatura-, en forma de vida regalada, de acogida, de sonrisas, de agradecimientos, de ilusión. De esperanzas nacidas de una profunda fe (adventista, pentecostal o católica) que bebe de la misma fuente de la que nosotros (acomodados, afortunados y satisfechos) también bebemos.Allá donde la luz eléctrica no llega –aunque pase por encima de las chabolas de caña y barro-. Donde la historia dejó familias atravesadas por el dolor y la muerte a mano de hacha y machete cual cruz y corona de espinas


Es allá donde nuestro Dios común queremos. Y a Él le pedimos que acompañe con más calor y más amor que el que nosotros somos capaces de hacer llegar a los rincones oscuros de nuestro mundo.Y aun así –a pesar del olvido, de la historia, de la manipulación, del uso y del abuso-cuando un blanco cualquiera se planta en medio de esa oscuridad, en mitad de ese dolor, sólo recibe –aunque perciba que en el fondo hay mucho más- cariño, abrazos, manos abiertas, oraciones y bendiciones. Para ellos nuestra presencia, increíblemente, también fue un pequeño adviento. Vernos allí les devolvía la esperanza de que aún no han sido completamente olvidados, de que este mundo nuestro que lleva años dándoles la espalda todavía les tiene presentes… Una pequeña luz de ilusiones, de sueños de un mundo mejor, de esperanzas de una vida más digna…



Y en nosotros el agradecimiento emocionado a un Dios que sostiene lo insostenible, que alumbra en la oscuridad, que acompaña a quien nadie acompaña, que nace todos los días para salvarnos: a todos.



Jesuitas de Castilla

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