Sunday, December 14, 2008

Colombia: Derechos Humanos - 60 años

La salida para Colombia está en tomar en serio y actualizar los derechos humanos


La seguridad democrática no es un problema de armas, es el problema de una moralidad política que promueva los derechos de todos/as y de un servicio público que los ampare.


Las dos morales de Colombia

¡Al fin la solución al narcocultivo!

Ni la DEA, ni la Policía colombiana habían logrado descifrar el enigma de cómo disminuir la siembra. Con su habitual lucidez, Alfredo Molano apunta cómo “no fue la fumigación ni el Plan Colombia ni Acción Social la estrategia que habría logrado disminuir el hectareaje de cultivos ilícitos, sino el negocio de las pirámides” (El Espectador 30 Noviembre 2008). El estamento cocalero del Putumayo, junto con el resto de su población, dejó de ‘trabajar’ para sentarse a esperar la multiplicación milagrosa de los pesitos.


En esta coyuntura afloran a la superficie, las lágrimas de cocodrilo del Presidente de la República, y las verdaderas razones de su popularidad que, por primera vez baja diez puntos de un solo golpe. El mandatario se finge compungido, cuando entreve la imposibilidad de aplicar sus dos morales al mismo tiempo. No puede contentar al pueblo y a los banqueros de manera simultánea. Tampoco encuentra la mentira pronta que había podido encontrar hasta ahora en situaciones comparables. Así que termina por disgustarlos a ambos.


El disgusto más peligroso es el del pueblo que se lanza al motín y acusa al mandatario de atentar contra sus bolsillos. Los desilusionó. Les desbarató la seguridad económica. Pero el disgusto de los banqueros cuando el Presidente les comunica que les va a tocar los bolsillos para ayudar a frenar el motín no es menos riesgoso. Esa ira también puede jugar en contra de la reelección del Señor Uribe. Y juzgando por los síntomas, el mesiánico zar erró. Y la zarzuela del Congreso está ya cantando en esa clave del Rey que rabió: bien puede ser reelecto, bien puede no lo ser…


Con todo, la lección útil de este nuevo brote de la corrupción social generalizada en Colombia no es la captura de Murcia, porque las pirámides siempre estarán con nosotros, como lo atestiguan Wall Street y sus antecedentes, ‘el Águila’ y sus antecedentes, Ponzi y sus antecedentes, etc, etc... Lo que deberíamos aprender es que la política no se puede hacer de espaldas a la gente, a la mayoría del pueblo, mucho menos cuando se la apoda seguridad democrática.


Las pirámides favorecen el pillaje de unos pocos y su derrumbe aplasta a la mayoría pobre. Es lo menos democrático que existe. En eso se asemejan al desplazamiento forzado, a las ejecuciones extrajudiciales y a todas las fomas de represión social establecidas para favorecer el predominio de unos cuantos privilegiados que ya tienen mucho pero quieren tener MÁS. La diferencia de las pirámides es que no usan la fuerza militar. Usan el engaño para desplumar incautos. Desde luego que ahí los pobres en su ignorancia ayudan a construirlas porque sueñan con tener ALGO. Saben que se juegan el todo, pero la desesperación es arriesgada.


Ahora bien, cuando la supresión del fraude se hace en nombre de una moralidad morosa, sale a flote que se trata más bien de una moralidad culposa que se tardó en llegar porque había intereses “políticos” de por medio. Tenemos ahí una réplica contante y sonante de la moralidad de la parapolítica en la que ya no se juegan solamente los pesitos sino las vidas humanas. Una escabrosa pirámide de víctimas que domina el panorama nacional de los últimos veinte años. No hay que olvidar que la “seguridad democrática” estuvo precedida por la “seguridad nacional” y que los métodos de eliminación de la oposición política y laboral, desde Turbay hasta Uribe, solo han cambiado en que se han hecho más eficientes, más técnicos y más desvergonzados. Una moralidad de la fuerza pública corrompida.


La salida de estos embrollos, que ya van siendo muchos y van para largo, es tomar en serio los derechos humanos. La seguridad democrática no es un problema de armas, es el problema de una moralidad política que promueva los derechos de todos y de un servicio público que los ampare. Estamos muy lejos de ese ideal. Entre tanto, las FARC no van a conquistar a Colombia pero la pobreza sí. La defensa de los derechos humanos no va a atentar contra la estabilidad de las instituciones pero la parapolítica sí.


Si Murcia puede ofrecer una salida a los raspachines y si la coca logra dar una salida a los campesinos, es porque el Estado no ofrece ninguna alternativa plausible a la distribución de la tierra y a su uso. No hay una política social que responda a los cacareados Objetivos del Milenio.
El modelo terrateniente y su moral esclavista son incompatibles con la democracia y con la seguridad. Siembran la guerra de los esclavos que fructifica en terrorismo.


Nuestros “economistas” ya moralizaron a propósito de las pirámides, sobre la imposibilidad de mantener un sistema bancario para pobres. Tal vez no saben o no creen que ya hace años Muhammad Yunus y su banco de los pobres les refutó con hechos su posición ideológica. Ese instinto social del que carece nuestra dirigencia es el camino de la paz. Un pais construido sobre las dos inmoralidades de la desigualdad y la fuerza no tiene más salida que la guerra crónica.


P. Alejandro Angulo, SJ
CINEP

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