Sunday, December 21, 2008

Una historia navideña y una mujer directora de orquesta


Hace apenas dos días lancé la propuesta: cuenten historias humanas. Es que la Navidad me lleva siempre a la misma película: “Qué bello es vivir de Frank Crapa”. Y allí lo que se contaba era precisamente lo importante que somos para los demás, para todos aquellos que pasan por nuestra vida. De manera que si no hubiéramos nacido, la vida de los demás no seguiría siendo lo mismo. Así, de esa manera brillante se le planteaba la situación al protagonista James Stewart, uno de los míticos del antiguo Holywood, en la película citada.

Un hombre que está pensando que su vida ha sido un completo fracaso, descubrirá la importancia que han tenido cada uno de sus actos. Su generosidad y bondad le es devuelta cuando más lo necesita, cuando el mal en mayúsculas hace mella en su vida y rompe cada uno de sus esquemas, llevándolo al borde del suicidio.
No se priven de conocer esta sentimental obra maestra de los años cuarenta del pasado siglo. No puedo evitar hablar de la importancia de este actor, hijo de ferretero, que con su larga y escuálida figura y su rostro bobalicón, consiguió memorables interpretaciones. Siempre dando imagen a un personaje bueno, en el mejor sentido de la palabra. No creo que nade recuerde alguna película de este actor, donde se deje llevar por ninguna pasión que no sea honorable.
Siguiendo la tradición nos llegará a la pequeña pantalla alguna película de Navidad, producto de la factoría Disney. Y las buenas, tienen que tener eso que se llama espíritu del bien. Películas que no suelen aparecer en otras épocas del año, porque ya no se lleva ahora esa la lucha titánica entre un protagonista y un antagonista que supone el enfrentamiento entre el bien y el mal.
Hemos rebajado el listón hasta convertir a los crápulas en simpáticos compañeros de sillón.
Lo cierto es que hace unos días celebrábamos los sesenta años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Y el Papa Benedicto XVI nos dejaba unos memorables discursos en Naciones Unidas. De manera insólita celebró el aniversario de la declaración asistiendo a un concierto dirigido por la española Inma Shara en el Aula Pablo VI, con obras de Mendelssohn, Mozart y Manuel de Falla. Era un guiño más al “genio femenino”. Hoy precisamente, se quejaba en un artículo, una ilustre colega de la directora, de lo poco que sirve la ley de paridad para dar relieve a las mujeres compositoras y directoras.
Ciertamente la creatividad artística ha estado monopolizada por los varones durante generaciones. Y es que a la mujer el patriarcado la ha convertido en compañera y asistenta personal, sin muchas luces para brillar en algo que no fuera el cuidado por la prole y el hogar.
Afortunadamente, el feminismo, que es la mayor revolución social del siglo pasado, ha conseguido alcanzar varios sillones en la Real Academia de las Ciencias y las Letras aunque siga siendo minoritaria la presencia de las féminas.
Mi historia humana quiere destacar precisamente la importancia de la abnegación, una virtud que durante generaciones ha estado a cargo de las mujeres. La famosa frase detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, ha sido el reconocimiento a esa labor silenciosa entre bambalinas, que facilitaba la carrera de su “media naranja”. Como ahora estamos en un momento en el que algunos hablan de “la ideología de género” para devolver a la mesa camilla a la mujer. Quiero reivindicar el papel del varón feminista. Ese que se pone el mandil y corta el pavo y lo prepara. Quien hace la compra con mejor ojo para detectar la calidad del género. Y además, sabe guisar como Arguiñano.
Es el momento de celebrar una vida familiar basada en la cooperación entre hombre y mujer. Reconociendo el valor de la familia cristiana, sin que para ello se tenga que renunciar a una vocación social, porque hay que elegir entre cuidar de los niños y mantener unida a la familia, o dar prioridad a una profesión que exige una dedicación a tiempo completo.
Siempre que me ponen frente a esa tesitura, aludo que la solución se encuentra en la facilidad que proporcionan las empresas para conciliar la vida familiar y laboral. Demos ejemplo los cristianos de generosidad, ahí donde estemos situados, facilitando a las mujeres salir airosas en la crianza de los hijos e implicando a los varones para que la familia sea una verdadera comunión en el mejor sentido del término.
Carmen Bellver
Del blog "Diálogo sin fronteras"
El Periodista Digital

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