La religión no es un asunto privado. Lo ha reiterado en España el secretario de Estado Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone. "Querer imponer, como pretende el laicismo, una fe o una religiosidad estrictamente privada" supone "una injerencia en los derechos de las personas a vivir sus convicciones religiosas como deseen o como éstas se lo demanden".
El cardenal Bertone, en la conferencia pronunciada el jueves 5 de febrero en la sede de la Conferencia Episcopal Española, con motivo del 60 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, retomó la noción de "laicidad positiva" a la que en varias ocasiones se ha referido el Papa Benedicto XVI, y que se basa en el respeto a la libertad religiosa "como derecho primario e inalienable de la persona".
Según el purpurado salesiano, la libertad religiosa es el sustento de las demás libertades, su razón de ser", pues "traspasa el horizonte que trata de limitarla a una parcela íntima, a una mera libertad de culto o a una educación inspirada en valores cristianos, para solicitar al ámbito civil y social, libertad para que las confesiones religiosas puedan ejercer su misión".
Citando a Benedicto XVI, el cardenal Bertone añadió que "no es expresión de laicidad, sino su degeneración en laicismo, la hostilidad contra cualquier forma de relevancia política y cultural de la religión; en particular, contra la presencia de todo símbolo religioso en las instituciones públicas". Para el secretario de Estado vaticano, no es un signo de sana laicidad "negar a la comunidad cristiana, y a quienes la representan legítimamente, el derecho de pronunciarse sobre los problemas morales que hoy interpelan la conciencia de todos los seres humanos, en particular de los legisladores y juristas".
Entonces, cuando la Iglesia se pronuncia sobre un tema "no se trata de injerencia indebida" sino "de la afirmación y defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad".
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