Sunday, August 16, 2009

El camino a la prudencia por Ángela C. Ionescu


Quiero hablar a los faltos de juicio:
"Venid a comer de mi pan
y a beber el vino que he mezclado;
dejad la inexperiencia y viviréis,
seguid el camino de la prudencia."» Pr 9,1-6
Fijaos bien cómo andáis; no seáis insensatos, sino sensatos (…)
no estéis aturdidos, daos cuenta de lo que el Señor quiere (Ef 5,15-20).

Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vues­tros padres,
que lo comieron y murieron; el que come este pan
vivirá para siempre» (Jn 6,51-58).

Sobre un cuenco de piedra lleno de agua, estaban inclinadas, arrodilladas, unas muchachas. A sus espaldas estaba el sagrario, con su llamita roja que titilaba suavemente, constante y silenciosa. Le dieran la espalda o lo ignoraran por completo, allí estaba. Me acordé de la madrugada en que al despertarme, me sorprendió la brillantísima luz del lucero en medio de mi ventana, mirándome directamente, que me hizo pensar: “Así me mira Dios, duerma yo o esté despierta, haga lo que haga, piense lo que piense”.

-¿Qué hacéis? –pregunté a las muchachas.
- Vamos a rezar.
- El Santísimo está allí, a vuestras espaldas.
- Sí, ya, pero esto es un símbolo.
- Y allí, Jesucristo.
- Bueno, vale, vale…

Si éste fuera el último momento,
si no hubiera ya más tiempo después de ahora,
no por llegar la muerte, sino por terminado,
si esto fuera lo último, lo último,
y ya no hubiera luego nada más,
dejaría a un lado del camino,
en la cuneta,
el dolor, la llaga de las traiciones,
la nostalgia de lo que nunca vuelve.
Dejaría la pena que nunca me abandona,
como cardo enredado en la lana de mi alma,
todo lo dejaría, todo,
también la sonrisa,
y la felicidad, todo,
y te adoraría.
Ecclesia

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