Wednesday, October 14, 2009

Gianfranco Girotti: “En los católicos ha disminuido el sentido del pecado”


Regente de la Penitenciaría apostólica
(Texto y fotos: Darío Menor- Roma) La Penitenciaría apostólica es uno de los dicasterios más desconocidos de la Santa Sede. No sólo para los católicos en general, sino también para la propia Curia. Así lo cuenta su regente, el obispo titular de Meta, Gianfranco Girotti, miembro de la congregación de los Hermanos Menores Conventuales. “Éste ha sido siempre un dicasterio desconocido, tal vez sea por su propia naturaleza, ya que trata asuntos reservados”.

¿Cuál es el principal trabajo de la Penitenciaría apostólica?

La Penitenciaría apostólica ejercita ordinariamente su trabajo en asuntos del fuero interno no sacramentales (…) Normalmente ejercita una jurisdicción graciosa. Algunas de sus concesiones más importantes son: la remisión de los pecados en las penas canónicas llamadas censura, como la excomunión, la suspensión y la incapacitación; las dispensas de obligaciones derivadas de las leyes eclesiásticas, de impedimentos matrimoniales ocultos o de irregularidades que inhabilitan el recibimiento de las órdenes sagradas; la conmutación de una obligación por otra; la condonación de obligaciones de derecho positivo o natural… La Penitenciaría apostólica tiene además la prerrogativa de la discusión y resolución de los casos de conciencia.
¿Cuáles son las dudas más comunes entre los sacerdotes cuando se ponen en contacto con la Penitenciaría?
En general, acuden cuando se encuentran con casos complejos, cuya solución exige un seguro conocimiento de los principios morales y éticos. Por ejemplo, hoy tienen una cierta importancia en la praxis sacramental y pastoral los temas éticos, en particular los relativos a la bioética, en los cuales el presbítero tiene siempre una palabra autorizada para hablar de cuestiones delicadas respecto a ciertos aspectos de la práctica médica. Esto es así, no porque conozca la medicina, sino porque el pastor debe estar siempre atento a la promoción del bien auténtico de la persona.
Además, se llega a la Penitenciaría no sólo por los pecados reservados, por las censuras o por las irregularidades, sino también por situaciones individuales y ocultas. Vienen examinados casos de conciencia. Son una multitud de casos y de problemas, por ejemplo, sobre la validez de los sacramentos, si son o no lícitos determinados comportamientos. La Penitenciaría dirime autoritativamente los casos individuales concretos, mientras que la solución de los problemas de carácter general pertenece a la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Surgió hace unos meses un malentendido en la prensa por una supuesta lista de nuevos pecados.
¿Hay realmente nuevos pecados para la Iglesia?
No se debe hablar de nuevos pecados, sino de nuevas formas de pecado; los pecados son siempre los mismos. Por ejemplo, el daño contra el medio ambiente: quien quema un bosque comete un pecado. Y lo mismo con los vendedores de droga. Benedicto XVI se refirió a estas nuevas formas de pecado cuando dijo que quien está contra la ecología está contra Dios, le ofende y, por tanto, comete un pecado. Muchas de estas nuevas formas de pecado no existían antes, pero han surgido hoy con el desarrollo de la sociedad.
¿Piensa que la sociedad actual, también los católicos, se ha olvidado del riesgo que suponen los pecados?
En una audiencia reservada a los participantes en el curso sobre el fuero interno promovido anualmente por la Penitenciaría apostólica, Benedicto XVI apuntó: “Hoy parece que se ha perdido el sentido del pecado, pero en compensación han aumentado los complejos de culpa”. Ciertamente, ha disminuido entre los católicos el sentido del pecado. La afirmación cada vez más sólida en una sociedad compleja hace más difícil el sentido del pecado y su educación. La debilitada conciencia del pecado amenaza con sugerir al penitente más la exteriorización del estado de ánimo que la denuncia y la reconciliación.
¿Cuándo es más difícil el perdón?
Todas las veces en que no aparece el arrepentimiento, el cual constituye una condición absoluta para poder reconciliarse con Dios y con el prójimo.
Vida Nueva

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