Desde los primeros momentos la noticia de la resurrección de Jesús causó una profunda conmoción entre los que le habían condenado y una incrédula sorpresa entre sus propios seguidores. También nosotros, cristianos de hoy, actuamos a veces como si Cristo no hubiera resucitado, quedándonos sumidos en la perplejidad.
Nos falta coraje para dar testimonio de que está vivo y se hace realmente presente entre nosotros alentando la vida de las comunidades cristianas y abriendo al hombre sin fe un futuro esperanzador. Los enemigos de la fe cristiana se sienten hoy como ayer desconcertados ante el acontecimiento de la resurrección del Señor, pero este desconcierto deja de ser tal y transforma en agresión, cuando son los cristianos los que dudan de la resurrección del Señor o, cuando menos, obran como si no ocurrido y no se atreven a anunciar inequívocamente al mundo que Jesús verdaderamente resucitó de entre los muertos y está vivo para siempre.
Los críticos del cristianismo nunca se han sentido cómodos con la noticia de la resurrección de Jesús, que está en los orígenes del cristianismo, sin la cual la misión evangelizadora no hubiera logrado el éxito que ha acompañado al cristianismo en la historia hasta nuestros días. Por eso la crítica al cristianismo ha sido siempre, de una u otra forma, crítica a la noticia de la resurrección de Cristo. Los críticos han hablado de la maniobra de los discípulos para seguir adelante y superar la muerte del Nazareno como fracaso de una esperanza mesiánica mal fundada; del espejismo ocasionado por el dolor en el que los sumó la crucifixión del Maestro amado, hasta llegar a creer verle vivo como compensación ilusoria, y han hablado así de la fuga hacia delante de los discípulos. Algunos, con menor carga crítica han dicho que las narraciones evangélicas de la resurrección están escritas en un lenguaje mitológico, porque los muertos no resucitan; y lo más que pueden aceptar es que son narraciones cargadas de simbolismo religioso, que Dios ofrece a cuantos siguen el camino de Jesús como camino hacia Dios o a una humanidad mejor.
La noticia que los apóstoles nos han transmitido es otra. Las narraciones de la resurrección han sido hechas teniendo en cuenta que fueron el resultado de una verdadera revelación del misterio de Cristo a la luz de su resurrección de entre los muertos. Un misterio revelado a los apóstoles y primeros discípulos mediante aquel acontecimiento por el cual encontraron vivo al Crucificado, después de haberle visto efectivamente muerto y haber sido sepultado ante testigos. Cristo fue hallado vivo por las santas mujeres y por aquellos mismos que le creían sepultado: aquellos que él había elegido para estar con él y a los que Jesús mismo había llamado apóstoles, dando a entender su misión. Los discípulos comprendieron entonces que aquella muerte de Jesús tenía un sentido redentor y era el designio de Dios anunciado por los profetas. Cayeron en la cuenta de su torpeza, al haber ignorado el verdadero sentido de las Escrituras; y, como efecto inesperado de aquel encuentro con el Señor resucitado sintieron que el gozo inundaba sus corazones y se sintieron impulsados a contar lo sucedido.
El reencuentro con Jesús les abrió los ojos para entender la historia de la salvación de Dios con el pueblo a la luz de la historia de Jesús. Su corazón ardía cuando Jesús resucitado les hablaba, para que superaran toda duda y perplejidad y comenzaran a extender la noticia que en adelante había de cambiar todas las cosas. La historia del mundo cambió y el cristianismo se hizo realidad histórica, pero nosotros hoy, acosados por las dificultades con que tropieza la fe y el laicismo de una cultura agresiva, hemos perdido capacidad de seguir adelante con el anuncio, para que el mundo cambie en un tiempo que se está volviendo anticristiano en los mismos lugares donde el cristianismo echó raíces y tomó aliento para expandirse mediante el anuncio misionero.
¿No arderá de nuevo nuestro corazón, hasta sentir el impulso evangelizador que llegue a la sociedad de hoy, campo de misión que Dios nos confía en tiempos nuevos? Sólo si mantenemos la fe en la resurrección de Jesús y nuestra vida da testimonio de que está vivo, podemos seguir llamándonos cristianos y desearnos unos a otros una feliz Pascua de Resurrección.
Con mi afecto y bendición.
Almería, a 4 de abril de 2010
Domingo de Resurrección
X Adolfo González Montes - Obispo de Almería
Ecclesia Digital
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