Friday, April 02, 2010

Juan Pablo II, con perspectiva



Quinto aniversario de la muerte del Papa Magno


Mientras se ralentiza su beatificación comienza a definirse su figura y la huella de 26 años de pontificado


Se cumplen 5 años de la muerte de Wojtyla, que conmovió al mundo, y mientras se ralentiza su beatificación comienza a definirse su figura y la huella de 26 años de pontificado. En los últimos meses, han aparecido varios libros sobre aspectos más desconocidos, como su relación con la mujer y su innovativa teología del cuerpo, así como las cartas inéditas durante décadas con su amiga Wanda Poltawska, que desvela un vínculo íntimo sorprendente y que era una mujer, a distancia, de las personas más cercanas a él. Lo cuenta Íñigo Domínguez en La Rioja.


De signo opuesto, naturalmente, es el balance del teólogo disidente suizo Hans Kung, que le reprocha su visión de la mujer y del sexo, le acusa de haberse apoyado en movimientos ultraconservadores y en un público de masa «acrítico y fiel». «La gran credibilidad de la Iglesia católica, obtenida por Juan XXIII y el Concilio, ha cedido el puesto a una crisis de la esperanza, resultado de la profundidad trágica personal de Wojtyla, una idea católica de matriz polaca, medieval, contrarreformista y antimoderna», concluye.


El historiador Alberto Melloni señala, en cambio, que el tiempo resalta en la memoria colectiva «las perlas de gestos y momentos» que van más allá de análisis, críticas y contradicciones. Distingue cinco: 1985, sínodo sobre el Concilio donde lo define como «gracia»; 1986, visita a la sinagoga de Roma y encuentro de religiones de Asís, antes de que se hable de choque de civilizaciones; 2000, el 'mea culpa' por los errores de la Iglesia, pese a las resistencias de la Curia; 2003, la oposición a la guerra de Irak; 2005, la agonía a los ojos del mundo y de una sociedad que exalta la juventud, la salud y el atractivo sexual.


El 8 de abril del 2005, en el funeral de Juan Pablo II, se oyeron gritos de «¡Santo súbito!». Wojtyla, que había acostumbrado a una Iglesia que nombraba santos a ritmos desconocidos, era el último en experimentar ese fervor. Se pedía que ni siquiera se esperaran los cinco años reglamentarios para iniciar la canonización, cosa que Benedicto XVI concedió al calor de las emociones.


Sin embargo hoy se cumplen los 5 años de la muerte de Juan Pablo II y la causa de beatificación, peldaño previo a la santidad, va con calma. Es el efecto del tiempo, que la Iglesia considera imprescindible para que se cree la perspectiva de juicio necesaria y, también, del cambio de estilo de Ratzinger. Con él se ha vuelto a la 'normalidad', pues ha frenado radicalmente las canonizaciones.


Ésta, como otras pequeñas correcciones que ha aplicado Ratzinger a la línea de Juan Pablo II, ha sido la primera contribución a reconsiderar su mandato. La más inmediata es de estos días: ha sido Benedicto XVI quien ha empezado realmente la limpieza en la Iglesia de la lacra de la pederastia y ahora surge la pregunta de por qué Wojtyla frenó la investigación de casos escandalosos como el de Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo. Son sólo puntos en un pontificado inmenso, pero ahora salen a la luz.


Sin embargo, estas consideraciones y otras muchas críticas tradicionales, como su actitud hacia la teología de la liberación, que frenó el desarrollo aperturista del Concilio Vaticano II o que dejó crecer el monstruo de la Curia, parecen menores ante la potencia del carisma de Wojtyla y su capacidad de comunicar una realidad trascendente. Las imágenes que aparecen en la memoria son las últimas, de decrepitud, pero volver a ver las de sus primeros años sigue teniendo un efecto rompedor.


Juan Pablo II besando el suelo de los aeropuertos, esquiando, jugando con niños, con mujeres africanas desnudas, clamando contra la Mafia en Sicilia, apuntando su índice severo al cura ministro nicaragüense, entrando en la sinagoga de Roma o besando el Corán. Son escenas de una fuerza innegable. También repasar las imágenes de su agonía asombra más que entonces, pues sorprende lo mal que estaba. Quizá una de las pruebas más sorprendentes de ese carisma contagioso es que a la causa de canonización han llegado notificaciones de supuestos milagros de budistas, musulmanes, judíos y ortodoxos. Fue un papa festivo, paterno, espontáneo, cercano y también autoritario e intransigente, que rozó la idolatría del personaje mediático. Es un pontificado empapado de mística y tragedia, como su vida aventurosa, el atentado, que se mezcla con los secretos de Fátima, y su doloroso final. Una herencia compleja.


La perspectiva que se ha creado en cinco años, en realidad, aún es mínima. La mole de significados de 26 años de pontificado requiere una digestión muy larga. Juan XXIII, probablemente el papa más amado del anterior siglo y cuyo mandato duró menos de cinco años, ha necesitado 35 para ser sólo beato. Desde luego en algunos sectores hay prisa por elevarlo a los altares. Pero poco a poco ha surgido una corriente contraria de prudencia. Según ha contado el polaco Slawomir Oder, postulador de la causa -la persona que instruye el expediente-, Benedicto XVI, le dijo: «Daos prisa, pero hacedlo bien, de forma intachable».


El proceso va a buen ritmo porque se ha superado la fase más laboriosa, la recogida de testimonios, documentación y análisis de textos. Estudiado este material, el pasado 19 de diciembre el Papa proclamaba las «virtudes heroicas» de Wojtyla, el primer paso que conlleva el título de «venerable». A partir de aquí se debe constatar un milagro, obrado durante el proceso, para que el candidato obtenga la condición de beato. Después es necesario otro para ser nombrado santo.


Normalmente en este punto se detienen muchas causas, porque es el más delicado. La de Juan Pablo II no ha sido una excepción, aunque en el archivo del postulador se acumulan, según reveló el ex secretario de Wojtyla, Stanislaw Dziwisz, 251 presuntos milagros. Sin embargo, habrían surgido dudas precisamente sobre el que ha sido elegido, según el diario polaco Rzeczpospolita.


La monja francesa Marie Simon-Pierre, aquejada del síndrome de Parkinson y curada tras rezar a Wojtyla, habría tenido una recaída. Además el diario apuntaba que quizá no sufría ese mal, sino otra dolencia que sí tiene curación. La Santa Sede lo desmintió y el portugués José Saraiva, prefecto emérito de la Congregación de las Causas de los Santos, el 'ministerio' vaticano de las canonizaciones, aseguró que el milagro ni siquiera ha sido examinado.


Pero algo había. Se suele encargar a dos médicos que estudien de forma previa los supuestos milagros presentados antes del examen oficial. Saraiva reconoció la semana pasada ante un grupo de periodistas que uno de estos dos médicos expresó dudas. Los secretos del Vaticano a veces no duran mucho y la presión del entorno polaco sobre el proceso es enorme. Saraiva precisó que esto no significa que el milagro se rechace, sino que habrá que pedir más opiniones.
Es decir, hace falta tiempo, y en cualquier caso se han desinflado las previsiones de una beatificación este mismo año. Ya hace meses se abandonó la idea de celebrarla hoy, a los cinco años de su muerte, y se hablaba del 16 de octubre, aniversario de su elección, pero la Santa Sede ha anunciado seis canonizaciones para el día siguiente, así que es improbable. Como pronto, será en el 2011. Hay otro factor que ha dañado al proceso. El postulador, Slawomir Oder, acaba de publicar un libro en el que ventila documentos, testimonios y anécdotas recabadas durante su investigación. Se llama 'Por qué es santo' y ha causado un hondo malestar porque, para algunos, supone una asombrosa violación del secreto de instrucción de la causa y ha sacado a la luz elementos discutibles, necesitados de contraste, o privados. Se le ha acusado de buscar publicidad o de meter presión para acelerar el proceso.


Por ejemplo, ha sido noticia que Juan Pablo II se flagelaba, cuando la base es sólo el testimonio de una monja que oyó lamentos a través de la puerta. «Yo no creo que se flagelara, y es incomprensible haber publicado este libro», afirma Gianfranco Svidercoschi, biógrafo de Wojtyla y con quien escribió el libro 'Don y misterio'. «Había que respetar el secreto pontificio y lo que ha hecho es sorprendente», ha criticado Adam Boniecki, sacerdote polaco amigo cercano del pontífice, quien afirma que el ex secretario, Stanislao Dziwisz, es de la misma opinión.


Sea como sea, el libro ha sido una de las contribuciones de estos meses a componer la figura de Juan Pablo II. Según el vaticanista Giancarlo Zizola, a Wojtyla «no le hacen falta certificados médicos de milagros» y su caso es «de santidad".


RD

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