LA ESPERA EN EL SILENCIO
Sábado santo día del silencio y de la espera callada. Es el invierno que tras el otoño ha recogido la semilla y ha comenzado a germinarla y a puntear, tras ser enterrada, queriendo abrir la tierra para salir a la luz y comenzar de nuevo el camino esperanzado que le llevará ser nueva espiga para molerse en el molino, y volver a ser pan de la historia humana consagrado en el altar de la vida y de la familia. Es el día de todos los que no se dejan robar la esperanza y permanecen en ella, aunque sea lo único que les quede para vivir; no se la dejan quitar, sino que la entregan confiados en que en esta ocasión se cumplirá su liberación.
Son todos aquellos que están en el sepulcro pero que ya sienten la fuerza del espíritu que les despierta de su letargo y les lleva al reconocimiento de su yo saneado y cubierto de dignidad y alegría felicitante para los que lo rodean. ¿Quiénes son los que están en esta espera? Todo un tercer mundo herido, todos los que en medio de nuestra sociedad están mordidos por la pobreza grave y severa, pero conscientes de que sólo su lucha vital por reconducirse podrá llevarles a la tierra de la verdad y la libertad; los sometidos por la esclavitud de la dependencia adictiva: drogadictos, alcohólicos, ludópata, pornografía… pero de igual modo los que tienen sus afectos en el dinero, en el poder, en el placer… y están rotos y vacíos por dentro. Pero son más de la esperanza, los que no dejándose llevar por el juicio destructivo acerca de los excluidos y rotos, se ponen mano a la obra y luchan contra toda esperanza para que sea posible su liberación. Celebremos en el sábado por todos los que apuestan por situaciones difíciles y complicadas, los que son hermanos de los rotos que viven sin ilusión y esperanza y que creen que van a recuperarlos para el amor. Oremos al Padre por todas las asociaciones y asociados que luchan por ellos, los que no entierran sino que aran y siembran esperando que tras la muerte llegue la resurreción, así cómo los que cada día trabajan por ellos para que no les falta la alegría del Reino y se vean alimentados por el Padre de la vida, con la plenitud del sentido y del gozo de la entrega desinteresada.
Pregonemos también a todos los que de un modo u otro hacen suscitar la esperanza, y rayos de pequeñas posibilidades en los que más que creer que estaban dormidos, ya pensaban que estaban muertos. Por los facilitadores y por los que generan serenidad y rayos de esperanza en los desesperanzados. Cómo no recordar en el sábado santo a todos aquellos que iniciaron la asociación de enfermos de cáncer para acompañarse y vivir, luchar juntos frente a la muerte y a favor de la vida, compartiendo la esperanza de darle a cada día su sentido y su valor. Quiero pregonar a Ana Mari, a quien conocí y amé en su testimono de entrega de la vida, para ella no merecía la pena guardarse nada, cada día bueno era para testimoniar que tenía sentido la vida y que no podíamos entregarlo vacío a la muerte. Cómo no desear que cuando lleguemos a la muerte que la fuerza de lo amado en la vida y en cada día nos saque del sepulcro y nos instale con gozo pleno al lado del Padre, como decía María Jesús. Cómo no abrazar el silencio y la oración, que nos hace llegar al que nos invita a ir hacia él, porque quiere darnos solaz, consuelo y descanso a todos los que estamos cansados y agobiados por el camino.
Pepe Losada
En medio del mundo
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