Benedicto XVI se dirige a los parlamentario alemanes en Berlín
JUAN RUBIO FERNÁNDEZ, DIRECTOR DE VIDA NUEVA | Benedicto XVI, con aspecto cansado, con una humildad que se le apreciaba en las formas y con una leve sonrisa que mostraba cierto orgullo patrio, habló a los parlamentarios del Bundestag, reunido en el Reichstag de Berlín. Un lugar, sin duda, emblemático. Al final de la II Guerra Mundial, durante la Batalla de Berlín, fue escenario de cruentos combates y resultó seriamente dañado.
En la década de 1960, se realizaron las reformas más urgentes. El aspecto que tiene en la actualidad lo adquirió durante unas obras en los años 90, responsabilidad del arquitecto británico Norman Foster. Junto a la Puerta de Brandenburgo, permanecía como mudo testigo de una amarga historia para Europa.
Tras la unificación, ya situada la capital en Berlín, se reconstruyó y hoy el espacio que lo rodea, y el edificio en sí mismo, es todo un símbolo de modernidad arquitectónica, signo de una Europa unida y con perspectivas de futuro pese a la crisis que que la amenaza.
Un viejo edificio, reconstruido con cristal, con mucha luz. Una luz que entra a raudales como la que entró ayer mientras el Papa hablaba en el Parlamento y en el que solo faltaron unos 80 parlamentarios que estaban en contra de la visita. Herr Professor Ratzinger dijo, hablando del positivismo excluyente: “La razón positivista, que se presenta de modo exclusivista y que no es capaz de percibir nada más que aquello que es funcional, se parece a los edificios de cemento armado sin ventanas, en los que logramos el clima y la luz por nosotros mismos, y sin querer recibir ya ambas cosas del gran mundo de Dios”.
Llegó con una propuesta y arrancó con un texto de la escritura: “En el primer Libro de los Reyes, se dice que Dios concedió al joven rey Salomón, con ocasión de su entronización, formular una petición. ¿Qué pedirá el joven soberano en este importante momento? ¿Éxito, riqueza, una larga vida, la eliminación de los enemigos? Nada pide de todo esto. Suplica en cambio: ‘Concede a tu siervo un corazón dócil, para que sepa juzgar a tu pueblo y distinguir entre el bien y mal’ (1 R 3,9). Con este relato, la Biblia quiere indicarnos lo que debe ser importante en definitiva para un político”.
Así, advierte de que cuando desaparece el derecho, llega la hecatombe: “Quita el derecho y, entonces, ¿qué distingue el Estado de una gran banda de bandidos?, dijo en cierta ocasión San Agustín. Nosotros, los alemanes, sabemos por experiencia que estas palabras no son una mera quimera. Hemos experimentado cómo el poder se separó del derecho, se enfrentó al derecho; cómo se ha pisoteado el derecho, de manera que el Estado se convirtió en el instrumento para la destrucción del derecho”
Y continúa diciendo “Se transformó en una cuadrilla de bandidos muy bien organizada, que podía amenazar el mundo entero y empujarlo hasta el borde del abismo. Servir al derecho y combatir el dominio de la injusticia es y sigue siendo el deber fundamental del político. En un momento histórico, en el cual el hombre ha adquirido un poder hasta ahora inimaginable, este deber se convierte en algo particularmente urgente”.
También hizo alusión a un texto de Orígenes para destacar que hay que apoyar a quienes se resisten ante las leyes injustas, aunque vengan avaladas por las mayorías: “Pero es evidente que en las cuestiones fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el principio de la mayoría no basta: en el proceso de formación del derecho, una persona responsable debe buscar los criterios de su orientación. En el siglo III, el gran teólogo Orígenes justificó así la resistencia de los cristianos a determinados ordenamientos jurídicos en vigor: ‘Si uno se encontrara entre los escitas, cuyas leyes van contra la ley divina, y se viera obligado a vivir entre ellos…, con razón formaría por amor a la verdad, que, para los escitas, es ilegalidad, alianza con quienes sintieran como él contra lo que aquellos tienen por ley…’”.
El Pontífice habló, además, de ecologismo como una vía para armonizar la razón y la fe en este mundo global. Un aspecto nuevo que ha sido muy comentado por la prensa alemana, y pese a que los parlamentarios verdes estaban ausentes. “¿Cómo encontramos la entrada a la inmensidad, o la globalidad? ¿Cómo puede la razón volver a encontrar su grandeza sin deslizarse en lo irracional? ¿Cómo puede la naturaleza aparecer nuevamente en su profundidad, con sus exigencias y con sus indicaciones? Recuerdo un fenómeno de la historia política reciente, esperando no ser demasiado malentendido ni suscitar excesivas polémicas unilaterales”.
“Diría que la aparición del movimiento ecologista en la política alemana a partir de los años 60, aunque quizás no haya abierto las ventanas, ha sido y es, sin embargo, un grito que anhela aire fresco, un grito que no se puede ignorar ni relegar, porque se percibe en él demasiada irracionalidad. Gente joven se dio cuenta de que en nuestras relaciones con la naturaleza existía algo que no funcionaba; que la materia no es solamente un material para nuestro uso, sino que la tierra tiene en sí misma su dignidad y nosotros debemos seguir sus indicaciones.”
“Es evidente que no hago propaganda por un determinado partido político, nada me es más lejano que eso. Cuando en nuestra relación con la realidad hay algo que no funciona, entonces debemos reflexionar todos seriamente sobre el conjunto, y todos estamos invitados a volver sobre la cuestión, sobre los fundamentos de nuestra propia cultura. Permitidme detenerme todavía un momento sobre este punto. La importancia de la ecología es hoy indiscutible”.
“Debemos escuchar el lenguaje de la naturaleza y responder a él coherentemente. Sin embargo, quisiera afrontar todavía un punto que, tanto hoy como ayer, se ha olvidado demasiado: existe también la ecología del hombre. También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo arbitrariamente. El hombre no es solamente una libertad que él se crea por sí solo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando escucha la naturaleza, la respeta y cuando se acepta como lo que es, y que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana”.
Acabó el Papa pidiendo una mirada histórica a Europa, que la ayude a salir de la crisis. “En este punto, debería venir en nuestra ayuda el patrimonio cultural de Europa. Sobre la base de la convicción sobre la existencia de un Dios creador, se ha desarrollado el concepto de los derechos humanos, la idea de la igualdad de todos los hombres ante la ley, la consciencia de la inviolabilidad de la dignidad humana de cada persona y el reconocimiento de la responsabilidad de los hombres por su conducta”.
“Estos conocimientos de la razón constituyen nuestra memoria cultural. Ignorarla o considerarla como mero pasado sería una amputación de nuestra cultura en su conjunto y la privaría de su totalidad. La cultura de Europa nació del encuentro entre Jerusalén, Atenas y Roma – del encuentro entre la fe en el Dios de Israel, la razón filosófica de los griegos y el pensamiento jurídico de Roma. Este triple encuentro configura la íntima identidad de Europa. Con la certeza de la responsabilidad del hombre ante Dios y reconociendo la dignidad inviolable del hombre, de cada hombre, este encuentro ha fijado los criterios del derecho; defenderlos es nuestro deber en este momento histórico”, dijo.
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