Esa sencilla frase que da título a este post, está tomada de la revista Sal Terrae (Junio 2012). Y ella me da pie a la reflexión que me sugiere y que trato de expresar. ¿Qué o quién es la Iglesia? ¿A qué o a quién nos referimos cuando hablamos de la Iglesia? ¿Quién o quiénes somos la Iglesia?
Es muy posible que cuando se habla de la Iglesia en plan de reproche o disconformidad, se esté hablando de una parte de la Iglesia (Vaticano, Obispos, Jerarquía…), tomando la parte por el todo.
¿Por qué, tantas veces, al hablar de la Iglesia nos salimos de ella, como si la Iglesia fueran ellos, y no nosotros? Una razón puede ser, porque nadie se critica a sí mismo; otra razón pudiera ser, porque el subconsciente nos juega la mala pasada de pensar que existen dos Iglesias: ellos (jerarquía) y nosotros (pueblo). También puede ocurrir que nosotros nos consideremos en el buen camino, y ellos en el error, y por eso no queremos contaminarnos, y hacemos la separación. Una dicotomía irreal.
Ninguna de esas razones vale para hablar de la única Iglesia de Jesucristo:”Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”. No hay dos iglesias, y mucho menos, dos iglesias paralelas. Existe una sola Iglesia, con sus aciertos y sus defectos, tanto en unos como en otros. Si esto lo tuviéramos claro, seguramente podríamos seguir criticando algunas actuaciones de las esferas más altas, pero también trataríamos de corregir muchos de los defectos y falta de coherencia en las bases. Y cuando criticáramos a una parte de la Iglesia, lo haríamos como dolor y amor, porque formamos paste del mismo cuerpo. Y nadie trata mal a su propio cuerpo; antes bien, cuando un miembro enferma, los demás sufren también. Es la doctrina del “cuerpo místico de Cristo”.
Y si esto no se tiene claro, se desvirtúa el sentido de Iglesia: una y plural, santa y pecadora. Volvemos a caer en lo que criticaba Pablo en la 1ª Carta a los Corintios (1,12):“Existen discordias entre vosotros. Me refiero a que cada uno de vosotros dice: «Yo soy de Pablo», «Yo de Apolo», «Yo de Cefas»..”
Yo he criticado a la Iglesia, sintiéndome Iglesia. Yo he denunciado errores de la iglesia, sin quedarme fuera de esa Iglesia cuyos errores denuncio, porque en ellos están también los míos. Porque yo, como Iglesia, también soy pecador, también he cometido errores. Pero nunca he distinguido entre “ellos” y “nosotros”. Como dice la canción:”Somos la Iglesia peregrina que Él fundó; somos un pueblo que camina sin cesar”… Y porque peregrinamos, a veces perdemos el camino, queremos coger atajos que nos distraen, pero es importante seguir caminando, con aciertos y desaciertos; pero siempre tratando de ser más fieles al Fundador, a su Evangelio.
Que cuando critiquemos las acciones de unos, no dejemos de mirarnos a nosotros mismos. No estaría mal echar mano al Evangelio, nuevamente, y tener en cuenta lo de la viga y la mota en el ojo.
Félix González
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