La guerra continúa en el Vaticano: «Saldrán otros documentos reservados»
ANDREA TORNIELLIMILÁN
El mismo día del caluroso abrazo de un millón de personas para el Papa también fue el día de la nueva amenaza del “cuervo”. Las últimas horas de la visita a Milán, con la misa de clausura y el baño de multitud, no permitieron que el “entourage” papal se detuviera a pensar en la última (pero solo en sentido temporal) advertencia de los que han organizado la fuga de las cartas confidenciales, que vuelve a la luz con un ultimátum desde las páginas del periódico italiano “La Repubblica”. Dos cartas membretadas, con la firma del secretario del Pontífice, don Georg Gänswein, pero sin el contenido, mismo que el “cuervo” amenaza con publicar si Ratzinger no se decide a alejar de sí a sus más estrechos colaboradores. Pero, a pesar del evidente salto cualitativo de la organización de los “vatileaks” (operación que cada día parece más refinadamente organizada para afectar el corazón de los hombres más cercanos al sucesor de Pedro), las tensiones no llegan a ofuscar la cita final del viaje del Papa a Milán.
El sábado, cuando el atarceder ya había derramado sus colores rojizos en el Parque de Bresso, después de una jornada llena de citas fatigosas, el Papa respondió improvisando a las preguntas de las familias, con precisión y concisión.Sin un texto preparado de antemano, en un diálogo directo, Benedicto XVI ofreció lo mejor de sí mismo, la mejor respuesta para todos los que siguen especulando sobre su posible renuncia. Ayer por la mañana, a pesar de la fragilidad de sus 85 años y del fastidio en la cadera que no le permite recorrer largos trechos a pie (con el peso de todos los indumentos pontificales), se asomó sonriente ante la multitud desde su papamóvil, mientras recorría la grande explanada del aeropuerto transformado en una catedral gigantesca al aire libre. Bendice y saluda, y a lo largo del recorrido hace que le acerquen varios bebés para besarles y bendecirles.
La visita de tres días a Milán, para Benedicto XVI fue un éxito (más allá de las cifras, de la buena organización e incluso del clima atmosférico que, con su regalo de cielos abiertos sin bochornos, hizo que disminuyeran drásticamente los desmayos entre los presentes). Es un éxito sobre todo por el espectáculo de los rostros de todos los que se sometieron a grandes o pequeñas fatigas para venir hasta aquí para verle, respetando en todo momento escencial de la misa el riguroso silencio debido y que explotaban en ovaciones al final de todo. Rostros como el de Karina, peruana de Lima que vive desde hace 20 años en Italia como agente de comercio. Hace ondear una enorme bandera de Perú: «Todo esto es emocionante, se percibe un amor grande, se siente que todo viene de Jesús. Se ve cuánto amamos al Papa. El mensaje que parte desde aquí es positivo y bello...».
El afecto de los fieles consoló a Ratzinger en un momento difícil. Él les animó y apoyó no solo a la “familia normal”, sino a las familais concretas, de carne y hueso, que respondieron desde todos los rincones del mundo a su invitación. Se podían esperar anatemas en contra de las «amenazas» que atormentan a la familia; sin embargo (a pesar de ciertos términos como “aborto”, “eutanasia” y “parejas de facto”), Benedicto XVI habló por tres días sobre la familia y familias sin pronunciar nunca estas palabras. Habló siempre positivamente, animando.Como el sábato por la tarde, cuando habló de su experiencia familiar. «Si trato de imaginar cómo será el paraíso –dijo–, me parece siempre la época de mi juventud, de mi infancia. Así, en este contexto de confianza, de alegría y de amor éramos felices y pienso que el paraíso debería ser semejante a como era mi juventud. En este sentido espero “ir a casa”, al ir hacia “la otra parte del mundo”».
Pero es hora de volver al Vaticano, en donde vendrán días difíciles, en donde hay un clima tenso, porque, leyendo las cartas del “cuervo”, se parecen muy poco a aquel paraíso de concordia por el que el anciano Papa bávaro tiene tanta nostalgia.
Vatican Insider
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