El profesor de teología Siegfried Wiedenhofer fue alumno del papa Benedicto XVI. Su dimisión le ha sorprendido enormemente. El experto analizó en entrevista con DW la labor teológica del Papa alemán.
Deutsche Welle: Usted conoce a Benedicto XVI desde hace ya tiempo, puesto que trabajó con él en la Universidad de Ratisbona. ¿Qué opina del anuncio de su dimisión?
Prof. Siegfried Wiedenhofer: Al principio me sorprendió mucho. No me lo esperaba, aunque ya en la reunión de nuestro círculo de exalumnos a finales de agosto del año pasado era muy notorio que las presiones de su cargo le habían afectado de forma muy fuerte. Me parece una decisión muy recomendable, aunque no deja de ser una continuación de lo que ha venido haciendo hasta ahora: una separación entre el cargo y la persona.
¿Cómo lo ha visto usted durante su pontificado?
Él nunca tuvo como objetivo llevar ese cargo, al igual que nunca deseó ser obispo. Él se sentía llamado al trabajo teológico, ahí residía su vocación. Por ello, en aquel momento fue una decisión muy dura para él, pero aceptó el voto públicamente por lealtad, y le dio unas connotaciones marcadamente teológicas.
En su opinión, ¿qué ha sido lo más característico de Benedicto XVI?
Su conexión entre espiritualidad y reflexión teológica, que para muchos, incluyendo a los críticos, ha sido un impulso muy importante. En un momento en el que la Iglesia Católica está cada vez más pluralizada y polarizada, ciertamente no se trata de una hazaña pequeña.
Seguramente habrá muchos que vean en él a un Papa conservador, que no se ha atrevido a realizar misiones arriesgadas. Pero eso realmente solo se podrá evaluar de aquí a 50 o 100 años. En determinados puntos sí que habría sido posible realizar innovaciones, como por ejemplo en el ecumenismo. En otras cuestiones, como en los casos de abusos, su posición ha sido clara y firme, aún enfrentándose a una dura resistencia.
¿Hasta qué punto ha logrado Benedicto XVI unir la religión y la modernidad?
Por una parte, siempre fue parte de sus objetivos el renovar el entendimiento de la fe, el expresar la religión tradicional de forma que las personas de hoy día la puedan entender. Por otra parte, desde el principio se opuso de forma crítica a ciertos elementos básicos del pensamiento moderno. Con todo ello, su posición para con la modernidad es ambivalente. Pero, en mi opinión, esta tensa relación con la modernidad tiene un futuro prometedor.
¿Tiene alguna idea de quién podría ser el sucesor de Benedicto XVI?
No tengo idea alguna. Podría ser un italiano, o quizás un representante de una región fuera de Europa, que sería muy necesario. La misión es clara: por un lado, lo que he mencionado antes. Por otro, existe el problema de que la Iglesia Católica se encuentra en un momento de cambio de era, caracterizada por la polarización, y la persona que ostente el cargo tendrá la responsabilidad de conseguir la unificación de la Iglesia. Esta será una de las tareas principales del sucesor.
¿Cuál fue, para usted, el momento de más presión del pontificado de Benedicto XVI?
Me pareció un momento especialmente tenso cuando él explicó al principio que había pedido que otro llevara el cargo, y que vio con horror cómo la guillotina le caía encima. Esto puso en evidencia que él mismo no se veía capacitado para ser Papa. Me pareció asombroso que lo dijera así, públicamente, en un cargo en el que la presentación pública es tan importante.
Autora: Jennifer Fraczek / Lydia Aranda Barandiain
Editor: Pablo Kummetz
Editor: Pablo Kummetz
DW
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