Hay palabras que no se gritan. Por más que vivamos en un mundo estruendoso, donde parece que hay que hacerse oír por encima de mil ruidos. Hay palabras que se dicen y se escuchan en el silencio. A veces uno asocia silencio a soledad, a aburrimiento, a vacío. Parece que si falta algún sonido de fondo, alguna conversación, alguna actividad puede dar hasta vértigo. Pero es necesario tener, en la vida, espacios así. Momentos en los que las voces son más sutiles. En que el pensamiento requiere su tiempo y su espacio. Momentos de conversación queda, o de reflexión personal, o de oración callada. Shhhhhh!
EN VOZ BAJA - TRANQUILIDAD
«La calma sana graves errores» (Qo 11,4)
Qué difícil es encontrar calma en medio de nuestra vida en la que todo es inmediato, efímero y cambiante Vivo a toda velocidad. Viajo en un AVE vital, en el que cada jornada está llena de nombres, noticias, citas, estímulos… una vida en la que todo se vuelve urgente y, de algún modo, fugaz. La memoria no da abasto, a la hora de almacenar tantos mensajes, tantas propuestas, tantas posibilidades. Necesito frenar, desconectar en algún momento de tanta energía, tanta velocidad, tanta inmediatez. Hacer silencio, respirar hondo, volverme, en oración, hacia muy dentro y muy fuera. Escuchar. Hacer paz.
Esta vez no hay más pregunta que una invitación. Haz silencio. Calma. Frena un poco…
LLUEVE EN SILENCIO
Llueve en silencio, que esta lluvia es muda
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...
Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...
No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...
y no hace ruido sino con sosiego.
El cielo duerme. Cuando el alma es viuda
de algo que ignora, el sentimiento es ciego.
Llueve. De mí (de este que soy) reniego...
Tan dulce es esta lluvia de escuchar
(no parece de nubes) que parece
que no es lluvia, mas sólo un susurrar
que a sí mismo se olvida cuando crece.
Llueve. Nada apetece...
No pasa el viento, cielo no hay que sienta.
Llueve lejana e indistintamente,
como una cosa cierta que nos mienta,
como un deseo grande que nos miente.
Llueve. Nada en mí siente...
Fernando Pessoa
EN VOZ BAJA - ELABORACIÓN.
«Para ello trabajo y peleo, con la energía suya que actúa eficazmente en mí» (Col 1,39)
Hay cosas que requieren su tiempo. Como un buen plato, que no se puede cocinar forzando el fuego. Como el deporte de élite, que requiere años de ejercicio para alcanzar la excelencia. Como el verdadero estudio que no entiende de atajos. Hay aspectos de la vida que piden calma, sosiego y la maduración lenta que da el tiempo y el criterio. También la fe es así. Necesita irse posando, ir encontrando formulaciones. Ir ganando en hondura y despojándose de adherencias que no aportan nada. Ir cuajando en unas pocas palabras auténticas sobre las que se levanta un edificio capaz de albergar la vida con toda su complejidad: tormentas, alegrías, aciertos, personas, proyectos, preguntas…
¿Qué cosas en tu vida te requieren tiempo, dedicación, preparación y esfuerzo?
Y en tu fe ¿qué te requiere «preparación»?
Y en tu fe ¿qué te requiere «preparación»?
SILENCIO EN POEMA (fragmento)
No hay palabra, ni canto de paloma,
ni roce, ni suspiro, ni silencio,
que puedan expresar la frase virgen
con que yo quiero hablarte.
Es idioma que traigo sumergido
en estado naciente, inmaculado,
que lucha atravesando mis tinieblas
como la luz de estrellas ignoradas
que viene, desde siglos, descendiendo
para tocar la tierra...
Así es la profunda voz sedienta
que llevo atesorada
como raíz de antigua resonancia
en mi marino caracol de entraña,
y que vive conmigo, desde siempre,
brotando del amor inapagado
del amor primitivo de otros seres
que amaron antes, con el mismo amor,
y prosiguen en mí
fundidos en espera
enamorando aún lo inalcanzable.
Elías Nandino
pastoralsj
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