Vivimos a un ritmo tan acelerado que un acontecimiento de
hace cincuenta años puede fácilmente quedar sepultado en el olvido si no se hace
un esfuerzo por recuperar la memoria del pasado. Y esta recuperación no es
fácil si van desapareciendo los testigos directos del acontecimiento. Esto
sucede con el concilio Vaticano II (1962-1965).
Lenta pero irremediable han ido desapareciendo los grandes
protagonistas del Vaticano II, los papas Juan XXIII y Pablo VI y la inmensa
mayoría de obispos, tanto renovadores (Suenens, Alfrink, Frings, Döpfner, König, Máximos IV, Lercaro, Helder Cámara…)
comoconservadores (Ottaviani y el gran opositor Lefêbvre). De los
grandesteólogos conciliares (Rahner, Congar, De Lubac, Schillebeeckx, Jungmann,
Häring, Murray…) sólo sobreviven Küng y Ratzinger, entonces muy jóvenes.
También han fallecido los monjes de Taizé Roger Schutz y Max
Thurian, los observadores ortodoxos como Evdokimov y el patriarca Atenágoras de
Constantinopla, con quien se abrazó Pablo VI en señal de reconciliación
ecuménica. Incluso historiadores del Vaticano II, como G.Alberigo y E.Vilanova,
han ido lentamente desapareciendo. Los cristianos que de alguna manera vivieron
el concilio, hoy son personas ya jubiladas.
¿Cómo transmitir a las jóvenes generaciones de hoy un
acontecimiento del cual la mayoría de sus protagonistas ya han desaparecido?
Pero el problema no es simplemente generacional o
cronológico, porque hay sectores de la Iglesia de hoy interesados en olvidar el
Vaticano II, en enterrar su “memoria peligrosa” o por lo menos en hacer una
lectura light y minimalista del concilio.
¿Qué significó realmente el Vaticano II que para algunos
constituye el mayor acontecimiento del siglo XX (De Gaulle), el paso del
anatema al diálogo (Garaudy), un concilio profético para nuestros días (Chenu),
el paso de la Iglesia occidental a una Iglesia universal (Rahner), una gran
gracia del Espíritu para la Iglesia (Juan Pablo II), mientras que para otros el
concilio constituye una especie de pesadilla o incluso “una cloaca”, como
afirmó un lefebvriano? ¿Cómo recuperar hoy la memoria del Vaticano II para que
su mensaje sea una buena noticia para el mundo de hoy?
Víctor Codina, sj. es doctor en Teología. Desde 1982 reside
en Bolivia donde ha trabajado con sectores populares y en la formación de
laicos en Oruro y Santa Cruz. Profesor de teología en la Universidad Católica
Bolivia de Cochabamba alternando con el trabajo pastoral en barrios populares.
Ha publicado con Cristianisme i Justícia: Lluis Espinal (Cuaderno 64), Acoger o
rechazar el clamor del explotado (Cuaderno 23), L. Espinal, un catalán mártir
de justicia (Cuaderno 2).
Si quieres leerlo completo, bájalo aquí
Peregrinos estará colocando muchos aspectos de esta publicación.
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