Tuesday, February 05, 2013

JESUITAS/LATINOAMERICA: La salud mental de los refugiados y refugiadas en Ecuador


La piedra angular de la misión del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR) es el acompañamiento, a través del cual reconoce la dignidad humana y la presencia de Dios en los refugiados. En varios países, el SJR brinda acompañamiento psicológico a los refugiados, principalmente a quienes se vieron forzados a huir de conflictos armados. Les presentamos un artículo de Mónica Salgado, del Área psicosocial del SJR-Ecuador, acerca de la salud mental de los refugiados y refugiados en Ecuador. 


No es ajena para muchos la problemática del conflicto armado que vive el país vecino Colombia, lugar de donde provienen la mayoría de personas, mujeres, hombres, niñas y niños para refugiarse en Ecuador.

Sin embargo, como país de llegada, Ecuador muestra poca capacidad de respuesta y ninguna preparación para acoger a esta población, contradiciendo una política fraternal de fronteras abiertas.

Un panorama difícil en Ecuador que vuelve desalentadora la atención psicológica

Con este difícil panorama, no es difícil imaginar cuál es la situación de salud en general, no sólo mental de los y las refugiadas.

En la experiencia del SJR confirmamos cómo, desde otras instituciones y ONGs, la situación de estas personas con necesidad de protección internacional tiene varias aristas que analizar, iniciando por la brecha entre el discurso y la práctica, la inequidad y fuerte discriminación por el hecho de ser distintos, pasando por el difícil acceso a los servicios básicos, a vivienda, trabajo y educación, así como un peregrinar cotidiano en busca de la subsistencia.

Lo que dista mucho de una integración local verdadera y de la garantía para el ejercicio de los derechos fundamentales, pues no es suficiente con un reconocimiento del estatus de refugiado; sin mencionar el drama que genera la negativa del mismo.

Todo esto crea un cambio radical en la vida de los y las refugiadas que aún sin procesar las traumáticas vivencias en su país de origen, a causa de la huida forzada para preservar la vida, deben enfrentarse con la inequidad, desigualdad y trato poco digno de un ser humano en el país de acogida.

Por esto, el trabajo psicológico se torna desalentador; pues si bien luego de los procesos en intervenciones psicológicas pueden mejorar su estado de malestar emocional y psíquico, las dificultades continúan y mientras la problemática de raíz no se solucione, continuarán las afecciones convirtiéndose a veces en crónicas.

Alteraciones, trastornos y estresores principales que afectan a los refugiados

Las alteraciones y trastornos psicológicos más comunes son: depresión, procesos psicóticos, estrés crónico, trastorno por estrés postraumático, duelos patológicos y otros que no necesariamente se presentan dentro de una categoría clínica específica, pero que inciden negativamente en la calidad de vida de las personas; es el caso de la somatización que es muy frecuente, como resultado de la acumulación de problemas sin solución.

Los refugiados enfrentan 4 tipos de estresores principales: la soledad al separarse de los seres queridos, el duelo por el fracaso del proyecto migratorio, la lucha constante por la supervivencia, el miedo por riesgo del peligro por su integridad física.

Ante cualquiera de estos estresores de manera excesiva y prolongada en el tiempo, podemos hablar del Síndrome de Ulises, o también llamado Síndrome del Inmigrante con Estrés Crónico y Múltiple. Ese miedo se convierte en el compañero permanente, a causa de lo vivido en el pasado, en el presente y a un futuro desalentador.

El caso de los niños, niñas y adolescentes

En los niños, niñas y adolescentes (NNA) encontramos principalmente duelos no resueltos, privación de un medio acorde a su nivel de evolución, insatisfacción de necesidades y reproducción de hogares disfuncionales, así mismo se enfrentan a la discriminación, especialmente en el ámbito educativo.

Estos como los adultos traen en su vida duelos que no permiten su adaptación, como es el familiar, de lengua, cultura, de su tierra, estatus social, contacto con el grupo de pertenencia; principalmente, las consecuencias, sin ser la regla evidentemente, se reflejan en el bajo rendimiento, aislamiento, rechazo a la figura de autoridad y a sus pares. Ahí se encuentra un motivo de sobra para intervenir de manera periódica dentro de la comunidad educativa, con planes y proyectos que beneficien a todos.

Los trastornos mentales que sufre un refugiado no son transitorios

Lamentablemente los trastornos mentales que sufre un refugiado/a no son transitorios, pueden perpetuarse por largos períodos. Sin embargo, no hay que olvidar que se trata de personas con altos niveles de resiliencia, están firmemente decididos/as a luchar y seguir viviendo, es aquí donde encontramos un terreno fértil para facilitar el reconocimiento de sus cualidades y herramientas, que les permiten continuar en la trama de la vida.

Teniendo en cuenta que Salud Mental implica bienestar emocional, psíquico y social, debemos trabajar de manera intra e interagencial con todos los actores involucrados, con un plan de trabajo sostenido, además brindar un espacio cálido y tranquilo, al abrigo de indiscreciones y siempre teniendo en cuenta la resiliencia de las personas, pasando de ser víctimas a protagonistas.

Achotegui nos recuerda: "Si para sobrevivir se ha de ser nadie, se ha de ser permanentemente invisible, no habrá identidad ni integración social y tampoco puede haber Salud Mental."


SJR

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