Se publica una biografía del que fuera secretario de San Ignacio de Loyola, Diego Laínez y Francisco de Borja
En 1540, un hombre de vida realmente singular, San Ignacio de Loyola, fundaba la Compañía de Jesús, un puñado de hombres que no tardarían en ser cientos y luego miles dispuestos a recorrer el mundo enaras del catolicismo, el Santo Papa y Dios.
San Ignacio fue general de esta activísima orden (cuyos miembros siempre se han ocupado de otros aspectos de la vida, como la educación, la ciencia, la sociología, la astronomía...) entre 1547 y1556. Tras él, llegaron Diego Laínez (1558-1565) y Francisco de Borja (1566-1572).
Durante estos tres generalatos, el secretario de estos hombres fue Juan Alfonso de Polanco, un jesuita de clarísimo conocimiento y sabias entendederas, además de certero y discreto, una cabeza en la sombra de la orden que, incluso, podría haber llegado a dirigirla, si no hubiera sido por la enemistad de algunos compañeros, mayormente no españoles.
A la vida y la obra de este hombre se ha entregado José García de Castro, Profesor de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Comillas de Madrid, autor de «Polanco. El humanismo de los jesuitas»(Editorial Sal Terrae)
-Sin duda Juan Alfonso de Polanco fue un hombre de envergadura...
-Sí, es una de esas personalidades que no paran de crecer según uno se va acercando a ellas. Un crecimiento que se va dando en todas las facetas de su persona, como religioso jesuita, como gobernante y político, como escritor y teólogo, como gestor y pastor. Los puestos que desde joven ocupó en la Compañía de Jesús, todos ellos vinculados al alto gobierno de la institución, fueron haciendo de Juan Alfonso de Polanco uno de los arquitectos de esa novedad en la Iglesia que iban siendo los Jesuitas, que con tanto vigor y rapidez se expandían por la Europa de la segunda mitad del XVI.
-¿Estamos ante un héroe callado más que ante lo que se suele llamar un perdedor de la Historia?
-Yo creo que Polanco fallecía aquel 24 de diciembre de 1576 llevándose con él algo de ambas facetas. Tuvo mucho de héroe, de haber trabajado con intensidad y competencia en una empresa nueva, donde casi todo estaba todavía por hacer. Participó, sin duda, del centro neurálgico de la toma de decisiones de la nueva Orden de los Jesuitas, decisiones que afectaban tanto a situaciones de personas concretas, como a las Instituciones (colegios, residencias, cargos y nombramientos…). Pero hemos de recordar que Polanco era principalmente el «Secretario», esto es, una función callada, obligada a gestionar los procesos desde la senda escondida de un despacho que sabe que no decide pero posibilita (¿y tal vez orienta?) la decisión de otro, en su caso el P. General de la Orden. ¿Perdedor? Un héroe al que nunca se le reconoce su «heroicidad», nunca llega a serlo del todo; es como si a la condición de «héroe» perteneciera la gloria del reconocimiento o la fama, aunque pueda darse, por supuesto, una vez muerto. Pero a Polanco nunca le llegó este brillo de la gloria. Tampoco él la hubiera aceptado fácilmente. Creo que la historia, empezando por la de los mismos jesuitas, pero también la historia de la Europa del XVI, está en deuda con este «enorme» burgalés que tanto contribuyó «desde dentro» a la consolidación de la Compañía de Jesús, y con ella a tanta irradiación de cultura y Evangelio que no dejaban de fluir tanto en el Viejo Continente como en los territorios de ultramar. Yo creo que entre el «héroe» y el «perdedor» está el «servidor abnegado» y olvidado de sí mismo para poner todas sus capacidades al fin de la tarea encomendada. Ése fue Polanco.
-Pudo ser el cuarto General de la Orden, además.
-Polanco reunía todas las condiciones y rasgos que en las Constituciones de la Compañía de Jesús se ofrecen en el «retrato» o «perfil» para serPrepósito General. En 1573, cuando se celebra la III Congregación general, contaba con una experiencia de gobierno y de gestión no comparable a la de ningún otro jesuita: había sido Secretario durante los generalatos de Ignacio de Loyola (1547-1556), de Diego Laínez (1558-1565) y de Francisco de Borja (1566-1572). Entre el fallecimiento de uno y la elección del siguiente, Polanco fue el Vicario General. Había sido también «admonitor» o consejero personal de los tres Generales anteriores; Asistente de Germania, de Brasil. Nos consta de los miles de cartas que envió a tantos rincones del planeta redactadas «por comisión» de los Generales. Nadie como él conocía las entrañas de la institución. Pero es posible que precisamente tanto conocimiento se volviera en su contra y la Compañía prefiriera otro General menos «romano» o menos burócrata que Polanco. Lo que ya está bastante estudiado es la presión realizada por un grupo formado en su mayor parte por jesuitas portugueses e italianos que no deseaban otro español al frente de la Compañía y, además, se oponían con fuerza a la admisión en la Orden de cristianos nuevos, algo con lo que Polanco, siguiendo el espíritu de san Ignacio, se mostraba en total desacuerdo. Fueron unos meses muy convulsos en la vida interna de la Compañía, cargados de tensión, pero también, purificadores y renovadores. El caso es que aquella III Congregación General dio un cambio de rumbo a la vida de Juan Alfonso de Polanco; abandonó el puesto de Secretario después de 26 años, y pudo dedicarse a escribir, entre otras cosas, la gran historia de la primera Compañía de Jesús, el «Chronicon Societatis Iesus», una preciosa y documentadísima obra, que todavía está pendiente de traducción; ésta sí, una auténtica «perdedora de la historia»
-¿Por qué “el Humanismo y los jesuitas?
-Al mismo tiempo que Galileo desplazaba a la tierra del centro del Universo, el Humanismo europeo hacía del hombre la medida de todas las cosas. Los jesuitas que nacieron en plena crisis de tantas cosas en aquel siglo XVI, supieron integrar la apuesta por la libertad irrenunciable del ser humano con su condición inherente de ser religioso, esto es, originado por Dios y destinado a Dios. Creo que el carisma otorgado a aquellos primeros estudiantes de París, compañeros de san Ignacio, fue configurando la construcción de una institución religiosa vertida al mundo, haciendo de toda preocupación humana un asunto religioso. Por eso los jesuitas hemos venido dedicándonos en nuestra historia a tareas y trabajos tan diversos aunque algunos, sólo en apariencia, parezcan “poco religiosos”: ciencia, arte, sociología, antropología, economía, astronomía… porque nada de lo humano es ajeno al Dios que lo creó.
-¿Cuál fue el papel de la Compañía con respecto a nuestro continente?
-La influencia de la Compañía de Jesús en la cultura europea de los siglos XVI y XVII fue enorme. Son numerosos los campos del saber en los que aparecen nombres de Jesuitas aportando conocimiento y haciendo avanzar la ciencia. Destaca, sin duda, el ámbito de la educación. Por ejemplo, al morir Francisco de Borja (1572) había por Europa unos 150 colegios, no pocos de ellos con 600 ó 700 alumnos. El método pedagógico Ratio Studiorum (1599) inspirado en el «Modus parisiensis» que los jesuitas habían recibido en la Sorbona supuso una auténtica «revolución» en los métodos de enseñanza / aprendizaje del XVI, pero de gran actualidad todavía hoy en no pocos aspectos. Por su parte, el gran Concilio de Trento (1548-1563) supuso la consolidación de la Compañía de Jesús como Orden señalada en la ciencia teológica que integraba la teología positiva, más de corte bíblico y sapiencial, con la teología escolástica más académica y sistemática. Diego Laínez, Alfonso Salmerón, Francisco Suárez, Jerónimo Nadal… Pero los jesuitas entraron también con competencia y rigor en saberes como la Física (Christophorus Clavius, profesor de Galileo en Roma), las Matemáticas, Astronomía, Filosofía, Historia, Filología… Se situaron también en puestos importantes de decisiones políticas, ganándose la confianza de reyes y príncipes como Juan III de Portugal, Fernando II (Imperio Germánico), Enrique III de Francia, Felipe V en España…A través de las misiones (Indias orientales e Indias de las Américas) la Compañía «estiró» los límites políticos de Europa estableciendo relaciones culturales y evangelizadoras por todo el mundo entonces conocido. Ya en tiempos de San Ignacio se había fundado la provincia del Brasil y Francisco Javier recorría la India. Su estela habría de ser recorrida por misioneros de la talla de De Nobili, Mateo Ricci o Alexander de Rhodes cuyas «gestas misioneras» todavía hoy nos producen admiración… y pasmo!
-A día de hoy, ¿cree que los españoles conocen bien lo que es la Orden Jesuita?
-Creo que no. En las últimas décadas ha decaído mucho la cultura religiosa más elemental. Como pasa con tantos temas relacionados con la Iglesia, hay mucho desconocimiento y siguen manejándose tópicos o clichés que vinculan a los Jesuitas con determinadas ideologías, comportamientos, valores… Recuperar la figura desconocida de Polanco puede ser una llamada de atención que nos invite a adentrarnos en nuestro riquísimo pasado para poder comprender mejor nuestro presente y orientar, ojalá con mayor acierto, nuestro futuro, que no puede ni debe ser otro que el de la mayor gloria de Dios, la ayuda de los prójimos como diría san Ignacio, el bien de nuestros hermanos.
ABC
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