Aunque cruzó el Atlántico pocas veces, las visitas de Joseph Ratzinger a América Latina siempre crearon grandes expectativas. ¿Dejó el Papa Benedicto XVI huellas más profundas que las de su predecesor, Juan Pablo II?
Tras la inesperada dimisión del Papa Benedicto XVI, que fue anunciada este lunes (11.2.2013) y se consumará el 28 de febrero, cabe preguntarse si ocho años al mando de la Iglesia católica le bastaron para dejar una huella definida en América Latina. Su predecesor en el cargo, el polaco Karol Wojtyla, visitó veintiséis países del “continente de la esperanza” –uno por cada año de su papado, prácticamente–, mientras que el alemán Joseph Ratzinger sólo pudo viajar a Brasil, México y Cuba, probablemente debido a su avanzada edad.
A juicio de Juliana Ströbele-Gregor, investigadora y docente en el Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín, la política latinoamericana del Vaticano no cambió mucho tras la muerte de Wojtyla y el nombramiento de Ratzinger como jefe supremo de la Iglesia Católica. “Como muestra, un botón: en mayo de 2007, con motivo de su primera visita a América Latina, Benedicto XVI articuló un discurso que fue objeto de severas críticas”, recuerda Ströbele-Gregor.
“En lugar de pedir perdón por las terribles consecuencias de la evangelización forzada y las crueldades inquisitorias practicadas en el continente americano durante la época de la Conquista y la Colonia, Ratzinger afirmó que a sus habitantes originarios no se les había impuesto el Cristianismo y que Cristo era el salvador que los ‘indios’ siempre habían estado esperando. A eso añadió que el resurgimiento de religiones precolombinas en América Latina constituía un retroceso flagrante”, cuenta la especialista de Berlín.
Joseph Ratzinger en Brasil, durante su primera visita a América Latina (2007).
Visitas “netamente pastorales”
“Wojtyla tampoco pidió perdón nunca en nombre de la Iglesia católica. Desde esa perspectiva, yo no veo ningún golpe de timón en el Vaticano en términos políticos. Al contrario, hay que agregar que Ratzinger ya venía colaborando enérgicamente con Wojtyla desde la Congregación para la Doctrina de la Fe para arremeter contra los defensores de la Teología de la Liberación en América Latina”, acota Ströbele-Gregor.
Otros analistas sugieren que había demasiadas expectativas de cara a las visitas de Ratzinger. Y es que sus discursos en contra de los excesos del capitalismo, por un lado, y de los sistemas opresivos, por otro, fueron muy bien recibidos en América Latina.
De su paso por Cuba, en marzo de 2012, se esperaba que propiciara la apertura política del Gobierno y persuadiera al presidente Raúl Castro de mostrar más respeto hacia los derechos humanos y las libertades de la población. En aquel momento, la politóloga Christina Moebus, autora de un estudio para la Fundación Friedrich Ebert sobre el rol de la Iglesia Católica en Cuba, dijo a Deutsche Welle que, para evitar el desencanto, era necesario tener presente la naturaleza “netamente pastoral” de la visita papal.
Moebus sostenía que el número de bautismos católicos había aumentado en Cuba desde la última visita del Papa Juan Pablo II, en 1998, y lo más seguro es que Benedicto XVI haya tenido un objetivo similar en mente cuando viajó a la isla antillana; sobre todo considerando la cantidad de feligreses que han abandonado las filas de la Iglesia católica en los últimos lustros. Esa pérdida es un problema tan serio para el Vaticano, que, tras el fallecimiento de Wojtyla, se sopesó la posibilidad de elegir a un latinoamericano como su sucesor.
El Papa Benedicto XVI y, a su lado, el cardenal hondureño Oscar Andrés Rodríguez Maradiaga.
¿Un Papa latinoamericano?
“El nombramiento de un Papa latinoamericano seguramente contribuiría a reforzar la posición de la Iglesia católica tradicional en América Latina frente al apogeo impresionante de los movimientos neopentecostalistas y carismáticos. No solamente en América Central, sino también en Brasil, donde evangélicos extremadamente conservadores han llegado a tener una enorme influencia política desde el Parlamento, sobre todo en materia de sexualidad, matrimonio y salud reproductiva”, señala Peter Peetz, del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA) de Hamburgo.
De los latinoamericanos que fueron considerados como posibles sucesores de Juan Pablo II en la cúpula de la jerarquía eclesiástica, el cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga era el que mejores credenciales tenía. “Actualmente, Rodríguez Maradiaga es el presidente de Caritas Internationalis, la organización humanitaria de la Iglesia católica, fundada en 1867 en la ciudad alemana de Friburgo. Y eso dice mucho sobre la confianza que ha sido depositada en él”, comenta Peetz.
“Por otro lado, Rodríguez Maradiaga tomó partido de manera explícita a favor de quienes perpetraron el golpe de Estado en Honduras contra el presidente Manuel ‘Mel’ Zelaya en 2009. Personalmente, yo creo que eso puede descalificarlo en el futuro cercano, cuando se discuta sobre los candidatos más idóneos para el próximo papado. Pero si ese detalle de la política interior hondureña no se toma en cuenta, no veo nada que manche el curriculum del arzobispo de Tegucigalpa a los ojos de la Santa Sede”, dice Peetz.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Emilia Rojas Sasse
DW
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