Lo único que cierto sabio sufí dejó en herencia a sus cinco discípulos fue una hermosa alfombra de oración cuadrada. Cuando hubo pasado el duelo por la muerte de su maestro, los discípulos decidieron separarse y fundar nuevas escuelas cada uno por su cuenta y cada uno proclamándose como el verdadero heredero del maestro.
Pero no sabían cómo dividirla. Discurrieron durante largo tiempo para encontrar la solución. Querían dividirla en pedazos cuadrados que les sirvieran de alfombra de oración a cada uno de ellos, pero eran cinco y no había manera de dividir un cuadrado en cinco cuadrados iguales.
Siguieron, pues, por un tiempo juntos mientras encontraban una solución hasta que cayeron en la cuenta de que el maestro lo había hecho a idea para que siguieran rezando juntos sobre la misma amplia alfombra y viviendo juntos y predicando juntos el mismo mensaje en vez de separarse.
Rezar juntos para dar testimonio juntos.
(Omar Kurdi, Cuentos Sufís, p. 89)
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