Sunday, July 06, 2008

La homilía de Betania: UNA REVELACION SORPRENDENTE

Por José María Martín OSA


1.- Jesús da gracias al Padre porque se da a conocer a los sencillos. El texto evangélico de este domingo va inmediatamente después del lamento de Jesús a causa de la falta de fe de las pequeñas ciudades de Galilea y el rechazo de su mensaje. La frase introductoria –“En aquel tiempo”- vincula el pasaje con el lamento sobre las ciudades incrédulas. Este hecho le permite revelar la relación tan especial que tiene con su Padre y responder también a la pregunta de Juan el Bautista: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?” (Mateo 11,3). Ante el rechazo de Jesús por determinados grupos y ciudades, El se alegra porque determinadas personas, consideradas como niños, acogieron su Buena Noticia. A pesar del rechazo en Galilea, el Hijo sigue siendo el Hijo, y el Padre sigue siendo el Señor del cielo y de la tierra. El contenido de la alabanza –“Te doy gracias, Padre”- es auténticamente bíblico: Jesús entiende que tanto el rechazo como la aceptación pertenecen al plan de Dios. El apelativo Padre permite combinar la intimidad de la fe personal con el reconocimiento de la trascendencia de Dios –“cielo y tierra”-. El objeto por el cual Jesús agradece es la soberanía de Dios, expresada en su decisión a favor de los no privilegiados y en contra de las elites, sin que éstas queden exentas de culpa por su rechazo del Evangelio. La designación sabios y entendidos puede remitir a los expertos en religión y ley (los maestros, escribas, legistas y fariseos), que se creen por encima de la gente del pueblo excluido del saber, calificado aquí genéricamente como niños o pequeños. El hecho es que quienes se creen entendidos frecuentemente se convierten en soberbios y autosuficientes. Precisamente, los fariseos y escribas, expertos en cuestiones de la Ley religiosa y entendidos según los criterios socioculturales de su entorno, caen bajo esta categoría. Los niños o pequeños no son figura de inocencia u honestidad, sino de dependencia, marginación, apertura y receptividad. La designación de pequeños abarca a todas las personas marginadas, incluyendo a pobres, oprimidos, desesperados y deprimidos por no poder ver ningún futuro para sus vidas. Por otra parte, este texto empalma con Mateo 18,1-4, donde Jesús insiste en la necesidad de llegar a ser como niño para entrar al Reino de los cielos.


2.- Cargar con el yugo y ayudar a los demás a llevar sus cruces. En el judaísmo de la época, el yugo era imagen de sometimiento a la Ley. Reconocer al único Dios y obedecer sus mandamientos era como cargar el yugo de Dios. El yugo facilitaba un correcto caminar y trabajar del animal, de allí el símil. Se entendía que la Ley hacía precisamente eso: suministrar la orientación correcta. El yugo también aliviaba el trabajo, al permitir una mejor distribución de las cargas para aprovechar así al máximo los esfuerzos. Aplicando esta imagen al Evangelio, se deduce que su aceptación no es una fardo fastidioso, sino instrumento – permítase por el momento esta formulación – que “alivia” las cargas de la vida. La semejanza física del yugo con la cruz es evidente. En otra ocasión Jesús nos invita a cargar con la cruz de cada día, como El hizo. La cruz es desde Jesús signo de liberación y de amor, no de tormento. Al cargar con la cruz contribuimos a que triunfe el amor y la entrega en el mundo. Podemos aliviar también el peso de la cruz en tantas personas oprimidas. Jesús establece una distinción entre el descanso legalista exigido por los fariseos (Mateo 12,1-14) y la promesa de verdadero descanso, que proviene de Jesús.


3.- Debemos alegrarnos con Jesús por la llegada del Evangelio a los más pequeños y trabajar para que esto sea posible. Quienes han sido despojados de su dignidad, de sus derechos a la vida y de tantas cosas elementales, de la posibilidad de levantar su voz para indicar su presencia, ahora son beneficiados porque les llega el Evangelio. Jesús convoca a quienes se sienten cansados, trabajados, cargados, agobiados, deprimidos... Preciosa y muy necesaria invitación en estos tiempos, en que cada vez más personas se sienten defraudadas, engañadas en sus esperanzas, estafadas y desanimadas. Somos invitados a “engancharnos” en la obra de Jesús. Permitamos que Jesús nos revele al Padre, el Dios de la vida. Ir conociendo a Dios en la escuela de Jesús es una experiencia liberadora, que nos impulsa a actuar en el espíritu del Evangelio. No es una experiencia facilona, al estilo de “deje de sufrir”, o cualquiera de las múltiples ofertas que prometen soluciones y curas mágicas para todos los males. El criterio no es la solución milagrera de todos los males, sino la opción de Jesús por los más pequeños, excluidos y débiles de la sociedad. La relación vital con Jesús nos facilita ver, sentir y actuar con responsabilidad en medio de las cruces de nuestro tiempo. El Señor nos anima a colaborar en la transformación de las situaciones de pecado y muerte en situaciones de esperanza y vida.

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