Monday, August 11, 2008

Algo para pensar y orar en esta semana


Juan el Bautista era el primo mayor de Jesús, además de ser famoso en su región. Tenía muchos discípulos. Cuando su primo acudió a verlo (Juan 1:29), en vez de decir "éste es un joven primo mío", Juan empleó una frase que se repite en todas las Misas: "He aquí el Cordero de Dios". Lo dijo con tal reverencia, que dos de sus discípulos siguieron a Jesús. Más adelante otros discípulos de Juan le dijeron, con algo de envidia, que la presencia de Jesús convocaba a grandes multitudes. Juan respondió: "Así es como mi felicidad se ha hecho completa. Él debe crecer y yo debo decrecer."



Esta declaración fué muy importante, y lo hizo más conocido que por vivir en el desierto comiendo langostas y miel. Juan estaba rechazando el culto a la personalidad, a la fama y a la celebridad que se había ganado, y feliz que sus seguidores se alejaran de él y se fueran con Jesús. Se estaba preparando para su retiro, aceptando que incluso él, que tenía a Jerusalén a sus pies, era prescindible. Entregar una tarea a otro no es morir; es el inicio de una nueva etapa de la vida. Si esa frase significa lo que entendemos por jubilarnos, entonces aceptar esa etapa requiere tanta energía como el inicio de un nuevo trabajo. Se necesita encontrar un nuevo ritmo en cada día, y se puede necesitar ayuda para encontrar nuevas ocupaciones.



En cualquier ocupación se debe poder señalar quién es nuestro superior y quién es nuestro sucesor - o por lo menos cómo será designado. Muchos hombres y mujeres encuentran esta situación inconfortable. Fácilmente imaginamos que somos indispensables; es la ilusión última, que el Señor la corrige cuando nos llama. No nos puso en el mundo para sacarlo de un problema: nos puso aquí porque nos ama.



Espacio Sagrado

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