Monday, August 25, 2008

Gilipolleces de extremistas


No sé qué es más diminuto en los fundamentalistas, si el cerebro o el corazón. Recuerdo las historias de Anthony de Mello en las cuales describía con gran maestría la paradoja del hecho religioso, el cual en vez de unirnos a todos en una espíritu cordial, humano y fraterno, es con frecuencia un factor de separación a través de las divisiones, reglas, prejuicios y etiquetas a las que va asociado.

En una de sus historias decía que si una vez excaváramos en un cementerio y encontráramos huesos, nunca podríamos saber si este fémur era de un budista, un protestante o un católico, y ya puestos, tampoco podríamos saber si el finado era liberal, conservador o anarquista en sus ideas, porque Dios fue lo suficientemente inteligente como para hacernos a todos iguales en lo esencial y nosotros ya nos encargaríamos de hacernos diferentes en nuestras etiquetas.
Esa historia me ha acompañado hasta el día de hoy y la traigo a colación al leer la increíble historia del sindicato médico egipcio, dominado parece ser mucho más por los delirios de los Hermanos Musulmanes que por el juramento hipocrático o la ética profesional. Tan reputado gremio ha anunciado oficialmente la prohibición de cualquier transplante de órganos entre cristianos y musulmanes, como si de dos tipos de seres incompatibles se tratara. ¿Se habrá visto mayor estrechez de miras? No sé si es descaro, falta de humanidad o simplemente cretinismo de la peor calaña.

Siempre he pensado que la religión --sea la que sea-- o te hace más humano, más compasivo o cercano al sufrimiento del otro o es simplemente una ideología perniciosa y alienante. El llegar a tomar una postura así de radical no hace sino mostrar hasta qué punto de inhumanidad puede llegar una mente manipulada, extremista y exaltada. Amparados en ese azuzamiento ideológico que les caracteriza, estos tíos son capaces de abrir un cementerio y estampar en cada uno de los huesos la palabra "musulmán" o "cristiano" para que no haya problemas en los trámites del más allá y no se vayan a confundir por el camino aquellos difuntos que esperan las caricias de las voluptuosas huríes en el paraíso musulmán con aquellos que esperan estar rodeados de asépticos angelitos en el casto cielo cristiano.

¿Dónde están ahora los que denuncian lo represivo, oscurantista y alienante que es el rancio catolicismo europeo y la civilización occidental basada en sus nocivos valores judeocristianos?
Siento no ser políticamente correcto pero, ante la evidencia, no queda otra cosa que reconocer que es precisamente en los países árabes dónde menos se respetan ciertos valores --lo digo no de oídas, sino por experiencia-- y lo que más jode es que haya por ahí zelotes y conversos de nuevo cuño que en un alarde propio similar a un síndrome de Estocolmo nos canten las alabanzas de los mismos cuando ellos mismos no sufren las represiones de estos regímenes ni quieren aceptar el hecho que la represión es una realidad en aquellas presuntas arcadias de la libertad y la tolerancia.

Irán cuelga públicamente a los homosexuales; Sudán corta miembros (ver foto de darfurianos sometidos a la shari'a); Arabia Saudita se pasa por el arco del triunfo los derechos humanos, mata a quien quiere, no permite que las mujeres conduzcan, prohíbe las iglesias en su territorio y castiga a quien tenga una Biblia, pero sin embargo promueve cumbres de diálogo interreligioso como si fuera un adalid de la tolerancia y el buenismo internacional. ¿Hay algo que falla ahí o soy yo el único idiota que ve que nos están dando gato por liebre? Para mí que el rey está desnudo, aunque haya todo un corifeo de sastres que no cesen de cantar las alabanzas del diseño y el buen gusto de los vestidos reales.

Cuando veo noticias de este calibre recuerdo las verdades como puños que lanzaba de Mello en sus historias y me doy cuenta de lo destructiva que puede ser la religión cuando se pone en manos de unos energúmenos con poca cabeza y menos corazón. Son muchas las veces en las que me siento más en sintonía con una persona "sin Dios", que muestre algo de ternura y de compasión en sus acciones, que con devotos zelotes de cualquier credo pero con las entrañas llenas de consignas, odio e inhumanidad.

Porque además, como dijo el otro, "en el atardecer de la vida nos examinarán del amor". Qué verdad más grande. Esas son las frases que resumen los fundamentos de cualquier religión que se precie. Dejémonos de idioteces y monsergas travestidas de piedad y fervor. Lo importante es haber amado, haber añadido más vida a la vida, el haber dejado el mundo aunque sea un poquito mejor de como lo encontramos, lo demás son puñetas. A la postre, importa un pito si el que hizo el bien fue budista, confuciano o adventista del séptimo día... las etiquetas son lo de menos.
Posiblemente tampoco podamos reconocer a alguien que amó o dejó de amar mirando a sus huesos... pero si amó, seguro que su nombre quedó escrito en el corazón de algún ser humano e, incluso, me atrevo a pensar que posiblemente estará escrito también en la mano de Dios.
Alberto EismanJaén,
1966. Licenciado en Teología y máster en Políticas de Desarrollo. Ha sido director de país de Intermón Oxfam para Sudán donde se ha encargado de la coordinación de proyectos en Nairobi y Wau.
Del blog "Muzungu"

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