Sunday, December 27, 2009

La homilía de Ciudad Redonda: Familia es Acogida, Cariño, Cuidado Mutuo...

Los lectores de esta página me van a perdonar que hoy no comente directamente las lecturas. El tema de la familia cristiana es complicado. Se me ocurre que es mejor traer a primera plana dos ejemplos o dos historias, reales por cierto, que hablan de unas personas que decidieron vivir en familia al estilo de Jesús: acogiendo, amando...

El primero es un sacerdote que ya hace tiempo que dejó el ministerio. Desde el seminario estuvo ya dedicado a tareas un poco marginales. No fue un seminarista al uso, ni tampoco un sacerdote al uso. Tenía y tiene una vena artística. Entre eso y mucho leer el Evangelio, se pasó la vida cerca de los pobres y los marginados. Dejó la seguridad de la casa parroquial para vivir en comunidad con un grupo de laicos, hombres y mujeres, con los que compartía su tarea de anunciar de muchas maneras el Evangelio de la compasión, de la misericordia y la salvación a los que estaban tan lejos que ni siquiera llegaban a atisbar nunca las paredes de la iglesia.
Acogiendo al diferente
Un buen día se les acercó una persona. Era un hombre deficiente psíquico. Su familia prácticamente no quería saber nada con él. De hecho, lo habían abandonado. En aquella comunidad se le acogió, se le dio hospitalidad. Pero no para una noche sino de forma permanente. Pasó a ser un miembro más de la comunidad. Vivía y convivía.


La comunidad, con el tiempo, se disolvió. La vida es así. Cada uno va buscando sus caminos. Poco después, por razones que no vienen al caso, aquel sacerdote dejó el ministerio. Pero no dejó de creer en Jesús. Y no dejó de estar cerca de los pobres y marginados. Su trabajo siguió siendo el mismo. Se casó. Pero su casa siguió siendo lugar de acogida. Los marginados siguen entrando en ella, Y saliendo. A veces, llevándose lo que no es suyo. Pero la casa sigue abierta. ¿Saben lo mejor? Hoy es el día en que aquel deficiente psíquico sigue viviendo con la pareja. Es uno más de la familia. Y ya va para más de veinte años.
La otra historia es algo diferente. Va sobre un matrimonio con un hijo y una hija. No iban bien las cosas en el matrimonio. La violencia estaba muy presente en el hogar familiar. La madre y los hijos eran sus víctimas. Alcohol, palabras fuertes y alguna que otra vez la mano que se escapaba. Hasta que llego lo inevitable: la separación. Volvió la paz a pesar de que la madre y los hijos pasaron por penurias económicas sin cuento. Pero salieron adelante. Una fe profunda en Jesús las animaba. Su casa se convirtió también en lugar de acogida para muchos. Los amigos abundaban. El padre casi había desaparecido del mapa.
Testimonio del amor de Dios
Pasaron los años. Se hicieron mayores. El hijo había casado. Madre e hija seguían viviendo juntas. Y volvió a aparecer el padre. Ahora estaba enfermo y solo. Enfermo de verdad. Un cáncer le estaba comiendo la vida. Entonces se produjo el milagro: lo acogieron en casa. Lo acogieron en familia. No fue fácil la convivencia. Pero pudo más el espíritu cristiano de acogida. Lo acompañaron hasta el último momento. Con paciencia y cariño infinitos.


Se me han venido a la mente estas dos historias porque hoy que hablamos de familia tenemos que tener presente que la familia verdadera, la familia cristiana, no la hace la carne ni la sangre sino el amor, la acogida, el perdón, la reconciliación, el cariño mutuo. La familia de Jesús son todos los que se sienten hijos. Como Jesús, saben acoger al diferente y dan así testimonio del amor con el que nos ama el Dios de la Vida. Familia, y familia de verdad, fueron para Jesús los leprosos, los publicanos, los impuros, los pobres...
Seguro que ustedes conocen muchos más ejemplos de otras familias que viven en cristiano. Todo ello nos lleva a penar que familia cristiana es aquella que tiene sus puertas abiertas para acoger y para acoger con cariño. Ese y no otro es el mensaje y el testimonio que puede entender el mundo de hoy.

Fernando Torres Pérez, cmf
fernandotorresperez@earthlink.net

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