«Judas se acercó enseguida, le dijo “¡maestro!” y le dio un beso. Los otros le echaron mano y lo arrestaron» (Mc 14,45-46)
Pervertir un gesto que habla de vida, de confianza, de proximidad, y se convierte en señal de distancia, marca un abismo, sella un abandono y una traición. Pervertir la ternura, mentir con el cuerpo, abrazar negando.
Y en ese beso vacío se te rompe un poco el corazón. Como se te rompe cada vez que proclamamos tu nombre pero no hay evangelio en nuestras vidas. Cada vez que alguien niega a su hermano el pan o la vida. En ese beso mentiroso te estremeces por todo el dolor que desencadena. Y callas. Y te entregas.
¿Qué puede haber de beso insincero en mi vida?
ESTE SITIO DE ANGUSTIA
Uno quisiera siempre
tener su mano amiga
su buen pan compañero,
su dulce café,
su amigo inseparable
para cada momento.
Quisiera no encontrar
un solo fruto amargo,
una casa sangrando,
un niño abandonado,
un anciano caído
debajo del fracaso.
Pero a veces los días
se ponen grises,
nos miran con miradas enemigas,
y se ríen de nosotros,
se burlan de nosotros,
nos enseñan cadáveres
de jornaleros tristes,
de muchachas vencidas,
de niños sin tintero.
Se mira uno las uñas,
como haciéndose viejo,
encoge las rodillas
para no perecer,
y nada bueno agita las campanas,
nada bueno florece
en los hombros del mundo.
Entonces es que uno llama al apio
y le dice,
llama al rábano amargo
y le dice también
que esta corteza de hombre
debe ser un castigo,
un paisaje maldito
donde el hombre no quiere,
no soporta vivir
porque le sorben sangre,
porque le chupan sangre
hasta dejarlo ciego.
Jorge Debravo
Imagen: Botero
Textos: pastoralsj
tener su mano amiga
su buen pan compañero,
su dulce café,
su amigo inseparable
para cada momento.
Quisiera no encontrar
un solo fruto amargo,
una casa sangrando,
un niño abandonado,
un anciano caído
debajo del fracaso.
Pero a veces los días
se ponen grises,
nos miran con miradas enemigas,
y se ríen de nosotros,
se burlan de nosotros,
nos enseñan cadáveres
de jornaleros tristes,
de muchachas vencidas,
de niños sin tintero.
Se mira uno las uñas,
como haciéndose viejo,
encoge las rodillas
para no perecer,
y nada bueno agita las campanas,
nada bueno florece
en los hombros del mundo.
Entonces es que uno llama al apio
y le dice,
llama al rábano amargo
y le dice también
que esta corteza de hombre
debe ser un castigo,
un paisaje maldito
donde el hombre no quiere,
no soporta vivir
porque le sorben sangre,
porque le chupan sangre
hasta dejarlo ciego.
Jorge Debravo
Imagen: Botero
Textos: pastoralsj
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