Nos dan pena a veces los vagabundos, pero más allá de su desidia o vagancia, tienen un punto de desprendimiento y salida de lo establecido. Recuerdo aquella canción francesa que cantábamos en nuestras reuniones cristianas: “Vagabonde, par le monde, a la trace de Dieu…” Y este poema que escribí hace años:
El alegre cansancioVAGABUNDOComo ese vagabundo que se cansade arrojar la pobreza de su pasopor cada calle, cada plaza nuevatibio de anchuras,como ese vagabundo, así a tu ladosin pensar quién fui yoo si mi nombre suenao si alguien consulta mis consejosy repite mis frases rebuscadas…,como ese vagabundo despedidovoy sintiendo el yo menosy tú, sin ser notado,estás ‑un tiemblo‑ andando cerca.Pedro Miguel Lamet(De “El templo de la sorpresa”)
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