JOSÉ MORENO LOSADA, sacerdote capellán de la UEx y consiliario de Acción Católica, jose.moreno.losada@gmail.com
BADAJOZ.
28/12/12.- De todas las felicitaciones recibidas en papel y vía internet, quiero seleccionar la de Antonio Sáenz. Junto a una foto de dos pobres campesinos en la mayor de las pobrezas, fruto de un recorrido por algunos de los poblados que atiende en las tierras cajamarquinas del Perú, nos dice: “Dios de la pobreza y la debilidad, necesitamos de tu presencia para que lleguen a todos la justicia, la dignidad, la paz…. ¡LA VIDA! Feliz Navidad PARA TODOS”.
Me gusta de un modo especial lo que subraya en mayúsculas: la vida y para todos. Lo hago en este día tranquilo y sereno, donde me preparo a la celebración de la nochebuena con un libro entre las manos: “La lógica del don” (Ediciones Khaf) de Francesc Torralba -filósofo y pensador cristiano y testimonial en la cultura de hoy-. Venimos trabajando sobre él en el grupo de profesionales cristianos, donde estamos profundizando sobre la espiritualidad de nuestro quehacer y la dimensión comunitaria y social de la profesión. Hoy tiene para mí un significado especial la lectura al hilo de la felicitación de este hermano sacerdote en el Perú, ante la noche que ya llega como “buena” en el don de la encarnación.
Entender la vida como don, dulce y amargo, es reconocer la bondad de nuestro Dios, que se ha dicho dándose, desde la promesa que al irse cumpliendo se ha ido profundizando, hasta que en el culmen de la historia, Dios no es el que promete sino el que “se” promete. Plenitud que se fecunda cuando se hace carne en medio de la humanidad y de la historia, para dejarse afectar por ella e introyectar en la creación la clave del sentido de la vida y de la salvación, que transversaliza a todo hombre y a todo acontecimiento, sea en dimensión de vida y luz, o de muerte y oscuridad. Y este ser y hacer de lo divino, en su absolutez, con la vocación de la universalidad y la totalidad, de lo humano y de lo creado.
El deseo de que provoca en mí esta contemplación del Don, desde Dios y desde la vida de los últimos, es el de comprender mi propia existencia, mi ser, mi persona, mi ministerio, como un don, y mirar todo lo que me rodea como la posibilidad de reconocerme como don y alegrarme en los que son donados para mí de un modo único y gratuito. Ante la fotografía de los campesinos pobres peruanos y sus miradas, descubro cómo el don y el tesoro de la salvación son totalmente gratuitos, y se accede a ellos por la vía de la universalidad que se realiza desde los más pobres, que son los que tienen las puertas abiertas para todos, sin distinción, porque no tienen nada que perder y pueden darse ellos mismos en su indigencia llena de dignidad y de amor. Son los pobres de la tierra, los que sufren, los que lloran… los que nos pueden dar la dicha de la salvación, entender a Dios desde ellos, y a ellos desde Dios es el camino de la verdadera fe, que concentra la ortodoxia del credo -que “el cree tiene ya la vida eterna”-, con la ortopraxis del amor que lo confirma: “venid vosotros, benditos de mi Padre, porque estuve hambriento, desnudo, enfermo, en la cárcel…”. Por eso el camino está abierto y pueden transitarlo todos los que quieran, que es realmente gratis, y no hace falta nada más que el deseo de vivir el absoluto en la lógica del don. Os transcribo unas palabras de la introducción de libro –que aconsejo- que nos pueden servir para enmarcar estos días de la Navidad Cristiana: “Somos don y estamos hechos para el don…Es libre la persona que puede donar lo que es en sus adentros, la que puede expresar en el mundo su riqueza y creatividad interior. Es feliz la persona que da lo que es y observa que, gracias a ese don libremente donado, mejora, ostensiblemente, el mundo que le rodea…Comprender la propia existencia desde la lógica del don significa percatarse de que el fin esencial de vivir consiste en dar lo que uno es, en exteriorizarlo, pues solo de ese modo se enriquece cualitativamente la realidad, se hace más bella, más plural, se continúa el proceso creativo del mundo”.
Eclesalia
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