Entrevista con Ricardo Ezzati Andrello, uno de los religiosos más comprometidos en la lucha en contra de la pederastia
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZCIUDAD DEL VATICANO
La Iglesia chilena carga una cruz. Algunos de sus más famosos sacerdotes se han visto envueltos en escándalos por abusos contra menores. Clérigos conocidos por su poder y por su presencia social. Una crisis profundizada aún más por el penoso espectáculo de un obispo que reconoció una relación homosexual mientras era acusado de abusador. Pero como todo Vía Crucis tiene su Cirineo, Chile cuenta con el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati Andrello.
Italiano de nacimiento, chileno por adopción, es considerado un emblema de la transparencia gracias a su férrea política de “tolerancia cero”. En febrero de 2011 se convirtió en el primer obispo católico en leer, en directo por la televisión, una sentencia de culpabilidad en un proceso canónico por abuso a menor cometido por un presbítero. Y no cualquiera, sino el poderoso Fernando Karadima Fariña, ex párroco de la iglesia El Bosque y líder de la Unión Sacerdotal del Sagrado Corazón de Jesús.
Apenas hace algunas semanas sancionó a otro personaje famoso: Cristián Pretch Bañados, exponente del “progresismo” eclesial e histórico opositor del régimen de Augusto Pinochet. Le aplicó una suspensión por cinco años de sus funciones ministeriales por ser culpable de “conductas abusivas”, tras un proceso canónico que llegó hasta El Vaticano.
El obispo salesiano conoce de cerca el flagelo de los abusos. Fue uno de los cinco visitadores que investigaron a los Legionarios de Cristo tras la muerte del inmoral fundador, Marcial Maciel Degollado. Y como presidente de la Conferencia Episcopal de su país debió gestionar la crisis por el obispo de Iquique, Marco Antonio Órdenes Fernández, obligado a renunciar tras recibir acusaciones de abuso. En entrevista con el Vatican Insider, Ezzati reflexionó sobre este difícil momento.
El Año de la Fe que vive la Iglesia presenta el desafío de la congruencia, también para los pastores. ¿Cómo responder a este reto?
El primer desafío del Año de la Fe toca la vida, el espesor de la vida cristiana, de nosotros los pastores pero también del pueblo de Dios, de los presbíteros y consagrados. El llamado del Papa a encontrarnos de verdad con Jesucristo para ponernos de rodillas solamente delante de Dios nos toca muy fuertemente. También porque algunas situaciones y escándalos que se han dado en la Iglesia católica exigen justamente que nuestro testimonio de fe sea más coherente, reconociéndonos humildes y pecadores, reconociendo nuestro pecado pero haciendo luz en la verdad que es Jesucristo.
Usted ha afrontado los escándalos con apertura y sin esconderse. ¿Eso le ha granjeado confianza?
Me ha granjeado confianza pero, al mismo tiempo, conflictos. Porque nunca lo que la Iglesia hace en este ámbito satisface plenamente. Siempre se nos pide más, siempre se nos acusa de no ser suficientemente claros. Yo he tenido una cruz muy grande en mi vida episcopal en Santiago porque al día siguiente de haber asumido la diócesis tuve que afrontar un problema gravísimo en este orden (el caso Karadima) y en estos días debí atender otro caso difícil (caso Pretch). Pero estoy convencido, y el episcopado en Chile mantiene una comunión sobre este tema, que debemos buscar la transparencia y la verdad, reconocer con humildad que hemos pecado, pero que queremos de verdad ser personas auténticamente cristianas. Eso nos provoca un dolor muy grande y una oposición de parte de los medios en general. Pero creo que ese camino nos lleva a una renovación profunda de la Iglesia. Adherir a Jesucristo que nos quiere santos, pecadores pero santos.
¿Su cruz tiene que ver con las críticas recibidas?
Tengo mucho respeto a las víctimas, también en el caso Karadima. Ellos han sido particularmente duros con la Iglesia y conmigo, nunca he querido responder directamente con argumentos “ad hominen”, eso no ayuda para nada. Hay un dolor muy grande que es necesario comprender, una herida profunda que se debe sanar y muchas veces el silencio ayuda más que tantos discursos. En este caso es bueno que al interior de la misma sociedad y de la Iglesia se pueda mirar con mayor profundidad, con mucho dolor y con visiones diferentes, lo importante es buscar la verdad honestamente y con caridad.
¿Cómo salir de la crisis que afronta la Iglesia de Chile por estos casos?Me ayudó muchísimo lo que me dijo el Papa el día de la apertura del Año de la Fe, justo cuando en Chile tuvimos un problema grave con uno de los obispos. Entonces el Santo Padre, cuando me vio y me saludó, antes de cualquier cosa me dijo: el Papa sufre con la Iglesia de Chile, reza con la Iglesia de Chile y le indica el camino que es Jesucristo. Sigan ustedes por esa senda. Fue un bálsamo grande para mí escuchar estas tres indicaciones que me hacen sentirlo cerca de nosotros con el dolor, con la oración y con la esperanza.
Vatican Insider
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