Las confesiones en una entrevista sorprendente de Alejandro Solalinde Guerra, que rompió el voto de castidad a los 32 años, cuatro después de haber sido ordenado sacerdote
ANDRÉS BELTRAMO ÁLVAREZCIUDAD DEL VATICANO
Rompí el voto de castidad. Fue “maravilloso” y “milagroso”. “Lejos de sentir culpa, ¡para nada!, ni me confesé”. Palabras que desataron la perplejidad y causaron desconcierto entre los fieles católicos de México. No sólo porque las pronunció un sacerdote, Alejandro Solalinde Guerra, sino porque lo hizo en una entrevista nada menos que a Playboy, la revista para caballeros dedicada a hacer negocio con el sexo.
Solalinde es uno de los presbíteros más famosos en su país. Su trabajo en el albergue para migrantes “Hermanos en el camino”, ubicado en el sureño Estado de Oaxaca, lo convirtió en un “moderno paladín” de los más necesitados. Su cercanía con diversos sectores de la izquierda le granjearon suficiente reconocimiento como para ser galardonado con el Premio Nacional de Derechos Humanos 2012, otorgado por el gobierno mexicano.
Tanta fama obtuvo que el periódico Avvenire, de la Conferencia Episcopal Italiana, le dedicó un noticia muy positiva el 13 de junio pasado. “Padre Solalinde: no me rindo a los narcos”, fue el título de una entrevista hecha justamente en Italia, donde el presbítero pasó unos días como parte de una gira realizada para huir de algunas amenazas de muerte que habría recibido.
A su regreso en México y en los primeros días de agosto provocó una discreta polémica al negarse públicamente a cumplir la solicitud de su obispo y pastor de la diócesis de Tehuantepec, Óscar Armando Campos Contreras, de hacerse cargo de una parroquia y dejar un poco su trabajo con los migrantes. Finalmente el obispo dio marcha atrás aclaró que podía quedarse en su albergue.
Apenas cuatro meses después, en este diciembre, otra vez quedó en el ojo del huracán. En un largo reportaje de Playboy relató cómo fue que rompió el voto de castidad a los 32 años, cuatro después de haber sido ordenado sacerdote y con una muchacha católica.
Emocionado sostuvo: “¡Y sucedió el milagro, sin buscarlo! Entre las jóvenes con las que yo trabajaba, sucedió... eso. Lo descubrí y fue maravilloso, descubrí una dimensión increíble que me hizo sentir más humano, más hombre. Y lejos de sentir culpa, ¡para nada!, ni me confesé. Le di gracias a Dios y andaba como niño con juguete nuevo, porque descubrí a la mujer cómo es y me descubrí a mí como hombre. Estuve en la disyuntiva de continuar mi camino o dejar el sacerdocio y casarme. Ella estaba muy enamorada, pero yo solamente la quería. Así que mi vocación fue más fuerte. Decidí estar con la gente, con los pobres y ser sacerdote. Ahora soy célibe. Ahora”.
Solalinde dijo haber llegado al sacerdocio siendo fiel a Dios y “reprimiéndose” para cumplir con el celibato, pero que después “pudo humanizarse” al estar con una mujer, tras lo cual se sintió como una “una persona normal”.
Pidió entender que el celibato no es un dogma de fe, sino una medida disciplinaria y nada más. Aunque reconoció que Jesús fue célibe y libre, subrayó que fue un ser sexuado el cual “nunca rechazó tener una relación con una mujer desde su ser de hombre” porque “veía todo con la mayor naturalidad”.
Y sentenció: “En cuestión de sexo la Iglesia sigue muy cerrada. Jesús escogió de entre sus discípulos a un casado para irse a vivir a su casa. Él nunca dijo que para seguirlo había que ser célibe. Eso empezó a imponerlo la Iglesia católica cuando los hijos de los sacerdotes, los papas y los obispos empezaron a exigir derechos de herencia. ¡Les dolió en la administración! Por lo demás, no tarda el tiempo en que la iglesia vea el celibato como algo opcional”. Ahora, en su país, obispos y sacerdotes se cuestionan: ¿Qué pretendía con semejante confesión?
Vatican Insider
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