Sunday, November 09, 2014

Aire nuevo en la Iglesia, entre los miedos y las esperanzas de los fieles por Andrea Tornelli


Con Francisco se ha alimentado el sentido de cercanía a las «familias heridas». Pero existe el temor de que el enfrentamiento entre obispos perdure

ANDREA TORNIELLICIUDAD DEL VATICANO
«Papa Francisco es visto, por quienes frecuentan la Iglesia, como un amigo que dice las cosas con amor, imagen de una Iglesia que abraza… La gente que me encuentro por la calle, los no practicantes, perciben que ha cambiado todo y que ya no existen ciertas reglas». Gianni Romolotti es un publicista jubilado que vive entre Milán y Celle Lígure para guiar grupos de oración relacionados con Medjugorje. Sus palabras demuestran la percepción y la recepción de los mensajes que surgieron con el Sínodo extraordinario sobre la familia. «Incluso entre quienes vienen a la parroquia –añade– hay recorridos diferentes. Y hay sacerdotes que desde hace un año admiten a la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar».

¿Cómo está viviendo la base católica el recorrido que ha emprendido Francisco? ¿Es real la confusión entre los fieles denunciada por algunos altos prelados que se oponen a discutir posibles aperturas sobre los sacramentos a los divorciados que s ehan vuelto a casar? «Quisiera pedirles un favor a los obispos», afirma Giuseppe Petiti, empleado que frecuenta la parroquia de San Bernardo en Carmañola (Italia): «Cuando hablen y discutan, cierren la puerta y luego salgan hablando con una sola voz. No necesitamos esta confusión…».


«El problema de las parejas en dificultades es muy sentido –explica don Renzo Chiesa, párroco de San Gregorio Magno en la Magliana, Roma–; hay quienes sufren esperando respuestas y hay otros que se las arreglan solos acercándose a los sacramentos». Según el sacerdote, que vive en un barrio periférico que visitó Francisco, «se ha creado mucha expectación. Yo no veo confusión, sino más bien la consciencia del hecho de que se confrontan posturas diferentes». De cualquier manera, concluye don Renzo, «la gente prefiere el mensaje de la cercanía y de la misericordia que testimonia el Papa; no solamente palabras, sino algo mucho más serio y auténtico».


Escuchando las experiencias de sacerdotes que viven cotidianemente en contacto con las familias “heridas”, se advierte la profundidad de los cambios que han sucedido en estas últimas décadas. «Más allá del Sínodo –explica don Angelo Busetto, párroco de Chioggia, en la laguna véneta– hay una especie de indiferencia con respecto a la Iglesia: “Nos las arreglamos solos”, dicen algunos. El publo cristiano a menudo parece frágil. Hay simpatía por el Papa, pero esto no significa que se capten los contenidos de su mensaje».


Claro, los riesgos no faltan, como afirma don Franco Semenza, párroco de los Santos Lorenzo y Cristóforo, en el centro de Terni. «Se percibe un aire nuevo. Si algunos se vuelven a acercar, si piden poder confesarse, significa que se empieza a entender que algo en la vida no va bien. Nadie debe sentirse fuera. El peligro es que en este momento, en el que se discute, llegan señales diferentes, y algunos podrían pensar que todas las decisiones son iguales, simplificando el problema de la situación. Y esta no me parece la perspectiva del Papa, y tampoco la de los que en el Sínodo propusieron volver a admitir a los sacramentos, bajo ciertas condiciones, a los divorciados que se han vuelto a casar».


Entre los fieles también hay quienes, refiriéndose a las encendidas polémicas al margen del Sínodo, sienten que la situación de las familias se convirtió en «terreno de batallas de poder dentro de la Iglesia». Lo cuenta Marta Michelotto, responsable del área de educación de la Obra de la Providencia San Antonio de Padua, que se ocupa de ancianos y discapacitados. «Estaba en la Plaza San Pedro el día que terminó el Sínodo, para la beatificación de Pablo VI. Vi al Papa cansado. El gran mensaje de apertura y cercanía provenía de él, pero luego en las diócesis, en las parroquias, se esconden detrás de él, sin discutir nunca verdaderamente. Francisco es incómodo dentro de la Iglesia: hay muchos “hijos bien” que se idenfitican con el hermano mayor de la parábola del hijo pródigo y no logran entender por qué tanta misericordia».


Según Claudio Iovine, párroco de San Pedro encadenado de Condove, cerca de Turín, «las personas se sienten muy atraídas por la forma en la que se presenta Francisco, tanto practicantes como los que están lejos. También hay algunos que se declaran confundidos, que recuerdan haber sido educados para considerad como adulterio y escándalo público las convivencias. Hay que ayudar a todos para comprender qué está sucediendo verdaderamente, más allá de las simplificaciones mediáticas». También surge el profundo cambio en la sociedad italiana al escuchar las palabras de don Claudio: «Este año celebré 30 bautismos, más de 20 eran de padres que no se habían casado. Hay jóvenes muy cercanos a la parroquia que eligen la convivencia. Pero también se da que el bautismo del hijo se convierte en la ocasión para celebrar también el matrimonio de los padres».

Frente a estos números, se comprende por qué el Papa quiso dedicar dos años a la reflexión sobre el tema de la familia. «Se percibe una actitud nueva –confirmó Giovanni Realdi, profesor de filosofía en una escuela de Padua. Hay una Iglesia que pasó de la hiperproectividad a la escucha, hacia un cuidado más paternal de las personas». Según el profesor todavía hay una lectura dialéctica, es decir: «se vive todo, incluso el Sínodo, como una confrontación de ideas, y hay que estar a favor o en contra. Se necesita, por el contrario, una capacidad dialógica, la capacidad de escuchar antes de enseñar». Es decir, un proceso en construcción, que permanecerá abierto durante un año.

Vatican Insider

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