Todo comienza por el desierto. El gran desierto del Neguev, árido y magnífico se extiende a lo largo del sur de estas tierras. El desierto, como el chileno, es imponente, majestuoso y sorpresivo; de vez en vez un pequeño oasis de vida, un árbol de sombra, un templo antiquísimo (como el de Shivta!) que nos recuerda la belleza que atrae y la Palabra que –a veces- solo allí se escucha.
Nos adentramos a una zona llamada Nispé Ramon, donde se encuentra una extraordinaria formación geológica: un cráter inmenso formado por un fuerte terremoto de hace miles de años y la erosión del viento y del agua: el Maktesh Ramon. Luego Avedat,Yeroham… Y una larga caminata bajo el sol del desierto por Saharonim. Atravesamos las montañas escarpadas, rojizas como el fuego, de enormes rocas; por los llamados Wadis, valles floridos gracias a pequeños riachuelos que le dan más vida al paisaje.
En la mitad de la ruta celebramos la Cena del Señor, dando gracias por el Maná que el Pueblo de Israel recibió de parte de Dios en el desierto; y los muchos Manás de nuestras desérticas vidas de hoy.
Nos llamó la atención la cantidad de jóvenes armados, a veces de civil, en traje baños disfrutando del agua como si nada, pero siempre con el fusil en la espalda, símbolo de poder y de prepotencia…
Inmenso desierto
Vasto e inmenso
¿Cómo traerte conmigo?
¿Cómo dejarte si nada ofreces?
Desierto hipnótico
Amante y reseco, arcoíris de tierra
Prefiero tus piedras
Y la arena resquebrajando mis manos
Cada noche y cada sol
Son mi tumba y mi resurrección…
Continúa…
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