Oscar Romero murió por amor: por amor a su pueblo, por amor a Jesucristo.
Pero, ¿cómo entender que el anuncio y la práctica del amor cristiano termine en el martirio? ¿Por qué el amor cristiano suscita una respuesta tan violenta?
A veces pensamos que el ideal de la vida cristiana es una vida en paz, equilibrada, sin demasiadas tensiones ni conflictos. Por eso solemos representarlo en paisajes bucólicos: hermosos prados, la paz del mar o de un lago, una hermosa puesta de sol. Sin embargo, la vivencia práctica del amor del Evangelio suele ser desequilibrante, conflictiva. Puede llegar a ser un amor crucificado.
Es muy importante tomar como punto de partida que el amor de Dios manifestado en Jesús es un amor por todos. Jesús nos anuncia con sus palabras y obras que Dios es Padre de todos, que todos somos sus hijos. Una dignidad que no hay que conquistar, sino que se nos da de regalo. Y, porque es un amor gratuito, es un amor preferencial por los más pobres: los marginados, los sufrientes, los no amados. La preferencialidad por los pobres es la marca distintiva de un amor gratuito universal.
Esto lo comprendió muy bien Mons. Romero y, al ver la situación de injusticia que se vivía en El Salvador y que se manifestaba en la pobreza de los indígenas, la represión brutal, la tortura y el asesinato, no se quedó callado. Se fue comprometiendo poco a poco con la suerte de su pueblo. Percibió que la fidelidad al Evangelio no era mantenerse en un punto neutral, en un lugar de equilibrio para no ofender a nadie. Al contrario, tomó partido por los pobres, denunció públicamente las injusticias perpetradas por el Estado y los militares. Y, cuando lo querían hacer callar, habló todavía más fuerte. Y, cuando experimentó el miedo que provoca la posibilidad de ser asesinado, no retrocedió. No por buscar el martirio, sino por amar hasta el extremo.
Muchos quisieran relegar la experiencia cristiana a los ritos sacramentales, a las sacristías, a los ambientes con olor a incienso. Esos no han entendido lo esencial del camino cristiano, que es el camino de los discípulos de Jesús. La experiencia cristiana es esencialmente el dar testimonio del amor de Dios manifestado en Jesús en todo lugar donde haya experiencia humana: en la fábrica, en los partidos políticos, en la calle, en las manifestaciones públicas, en las fiestas, en la familia. Todo lo humano nos concierne. Todo dolor humano nos concierne. Toda esperanza humana es nuestra esperanza. El amor de Dios es un amor que quiere transformarlo todo: el dolor en alegría, la opresión en libertad, la depresión en esperanza, el hambre en mesa abundante. Y por eso es siempre un amor político.
Oscar Romero murió porque amó. Esa misma pasión por el pueblo y por Jesucristo es la que pedimos a Dios en este día de fiesta.
Alex Vigueras Cherres ss.c..
SS.CC. Chile
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